Fargo siempre me pareció una obra fresca que contaba interesantes historias repletas de críticas bañadas en altísimas dosis de ironía, sarcasmo, humor negro y caricaturas. Pero con la Neoiglesia hemos topado.

Prepárense para una ración más de la propaganda woke omnipresente en estos oscuros días para la industria yanki:

- Hombres blancos malos, o tontos, o ambas cosas.
- Hombres negros buenos.
- Mujeres víctimas pero empoderadas y siempre superiores.

Oigan, que ya hemos captado el mensaje, dejen de meterlo hasta en la sopa de una vez que se hace ya bastante cansina la misma monserga adoctrinadora. En otras temporadas retrataban actitudes machistas y el empoderamiento femenino de una manera mucho más acertada y sutil, como la brillante historia del carnicero y la peluquera de la segunda temporada cuyas actitudes hemos visto o sufrido una y mil veces en la vida real. ¿Pero en esta? Es tan obscenamente exagerado que resulta molesto.

Que no falte tampoco el adoctrinamiento político wokista, asociando directamente sin pudor a los malos malísimos con cierto expresidente de forma explícita e inequívoca, no sea que el público con pocas neuronas no sepa que a ese señor solo le votan los monstruos y cometa el error de hacer lo propio en las próximas elecciones venideras.

Y como todo en esa temporada es propaganda, ración extra de product placement de cierta marca de coches, tan forzado en ocasiones que da auténtica vergüenza ajena.

Queríamos una serie, no 10 capítulos de propaganda.