Parece mentira que después de no sé cuántas temporadas en pantalla (13 creo), Los Simpson mantengan su frescura, su gracia y sigan haciendo reir como el primer día. Y los más meritorio, que cuando debían dar muestra de sus primeros signos de agotamiento, no sólo les sigue un público fiel, es que además son capaces de hacer una película de verdad, un largometraje (no muy largo eso sí, apenas 90 minutos) y que resulte interesante, coherente, divertido y agil como los mejores episodios de la serie de TV. Muy recomendable, sobre todo para los que en algún momento disfrutamos con los Simpson por televisión. Y encima en pantalla grande. Como diría Bart: ¡¡¡mooola!!!

Noche en el museo es un producto de usar y tirar. La típica película pensada para ir a ver con la familia un domingo por la tarde, acompañada de unas palomitas y un refresco, y que, como ellos, cumple eficazmente su cometido: un entretenimiento sin más pretensiones. Un padre recién separado, fracasado en lo profesional, pero dispuesto a aceptar cualquier trabajo con tal de ver a su hijo, que acaba trabajando de vigilante nocturno en el Museo de Historia natural. Y ahí es donde en realidad empieza la película, porque la acción central de la historia de un museo cuyas figuras toman vida cada noche resulta original y bien conseguidos sus efectos especiales. Sin embargo, pasada la sorpresa inicial, la película resulta esencialmente plana, con una excusa argumental endeble y con unos personajes estereotipados y sin interés para el espectador. LO dicho, para ver un día en que te apetezcan unas palomitas.

Con la forma del relato autobiográfico de un gran traficante de armas, personaje interpretado por Nicholas Cage, que bien pudiera ser real porque lo que se cuenta está perfectamente documentado, la película intenta servir de denuncia del negocio del tráfico de armas, y de las mafias e intereses oscuros que se mueven en torno a este negocio.
Todo esto contado a la manera de Hollywood, es decir, mucho espectáculo, incluyendo escenas pirotécnicas, buena dosis de familia, y casi nada de política y muy de pasada. A fin de cuentas no se trata de hacer activismo político, sino de realizar un entretenimiento al servicio de una de las estrellas del Hollywood actual, mientras que se agita un poco las conciencias de los espectadores, que asimilarán lo justo para conseguir un buen tema de conversación y olvidadarán en unos días lo que han visto sin ninguna dificultad. O tal vez sea justo al contrario, y con este caramelo de cine de acción nos hayamos tragado una pequeña lección de política internacional.

La premiada interpretación de Philip Seymour Howard, que roza la perfección, es quizás el único aliciente de una película por lo demás escasa de medios. La historia real del asesinato de la familia de granjeros del medio oeste que da lugar a la novela de Truman Capote, así como el proceso de gestación de la misma, no pasan de lo anecdótico. La necesidad de prolongar la duración hasta el standar de una película convencional, lastran el final que resulta un pelín pesado y hasta soso.
Por lo demás, como ya dije una soberbia recreación del personaje de Truman Capote.

Definitivamente él, George Clooney, es el partido (un buen partido, que frivolamente dirían algunos). Pero es que la película es George Clooney, porque es el principal gancho para la taquilla, y porque él se lo guisa y él se lo come, aunque en el papel protagonista de jugador de fútbol profesional en horas bajas y de vuelta de todo, queda algo mayor y sólo creible con muy buena voluntad por parte del espectador (me incluyo entre los bienintencionados).
El guiso, digo el partido de fútbol americano, digo la película, resulta irregular, con algún momento divertido, incluso alguno sobresaliente, pero aunque se ve con agrado, queda la sensación de que la cosa podía haber dado algo más de sí en otras manos o en otros tiempos. Porque tal y como veo yo este partido, digo esta película, la cosa no pasa de ser un sincero homenaje a los pioneros del fútbol americano (glorificación de sus tradiciones deportivas a la que es tan dado Hollywood), con unas escenas deportivas muy bien recreadas. Y también un humilde homenaje a la comedia de la época dorada de Hollywood, que dió tan buenos frutos en películas como Historias de Filadelfia o Luna nueva.
Y para que el resultado acabe con la victoria en taquilla del equipo de Clooney, el personaje de Renée Zellweger es el fichaje elegido para dar forma al triángulo amoroso entre la intrigante periodista y los dos jugadores estrella, lo que da a la historia el punto romántico obligado y consigue una victoria final por la mínima.