Con la forma del relato autobiográfico de un gran traficante de armas, personaje interpretado por Nicholas Cage, que bien pudiera ser real porque lo que se cuenta está perfectamente documentado, la película intenta servir de denuncia del negocio del tráfico de armas, y de las mafias e intereses oscuros que se mueven en torno a este negocio.
Todo esto contado a la manera de Hollywood, es decir, mucho espectáculo, incluyendo escenas pirotécnicas, buena dosis de familia, y casi nada de política y muy de pasada. A fin de cuentas no se trata de hacer activismo político, sino de realizar un entretenimiento al servicio de una de las estrellas del Hollywood actual, mientras que se agita un poco las conciencias de los espectadores, que asimilarán lo justo para conseguir un buen tema de conversación y olvidadarán en unos días lo que han visto sin ninguna dificultad. O tal vez sea justo al contrario, y con este caramelo de cine de acción nos hayamos tragado una pequeña lección de política internacional.