Sorprendente buena puntuación encuentro en esta santa casa para esta secuela, así que tengo que verla, me dije. Superar a su antecesora no era un reto muy duro de superar, y la idea de la familia de psicópatas huyendo de docenas de policías armados bajo el sol texano y con rock sureño de fondo me parecía atractiva. Si bien tiene sus momentos, lo cierto es que Rob Zombie no tiene intenciones de crear obras que perduren más allá del plano estético y de la mera provocación. Sus guiones parecen escritos por una IA discapacitada.

No deja de ser un western, aunque no tengamos a ningún héroe al que aferrarnos, ya que no hay una injusticia que desfacer. Todos los personajes son abyectos y pasados de rosca, como si los últimos tres siglos no hubieran existido. Es una película muy texana, con armas, desierto, religión, venganza e individualismo feroz como valores primordiales. Tanto criminales como policías parecen depredadores cazándose mutuamente, en un festín de violencia como solo la cultura sureña de los USA puede alumbrar. Al paso que van en ese país pueden terminar de la misma forma.

Cine de explotación de libro, en este caso de la serie B más casposa, sanguinolenta y grotesca que haya existido. Nada de lo que propone esta película tiene el más mínimo sentido, ni lo pretende. Todo es una oda al terror más físico, con alusiones satánicas, y una dosis de sangre y gore que hará las delicias de los incondicionales. No busquen buen cine, solo intentos de provocar la arcada, que de eso va sobrado. Felicitaciones a quienes se sientan satisfechos con este tipo de oferta, pero no me encuentro entre ellos.

Una de las películas más comentadas del año pasado es una de las más tediosas. Nos cuenta el quehacer diario de la familia de un oficial nazi que vive, pared con pared, con un campo de concentración. Mientras los niños juegan, los padres conversan o el cabeza de familia se va al trabajo, las columnas de humo se levantan procedentes de los crematorios del campo. El exterminio judío es solo un decorado que apenas cuenta en el trasiego cotidiano de esta familia.

Se nos quiere representar la banalidad del mal a través de la vida anodina de un funcionario, participante activo en una de las mayores maquinarias criminales de la historia. La intención está clara, y no hay problema en captarla. Sí hay un problema es que esta representación sea tan abracadabrantemente gélida, ya que es una hora y tres cuartos en los que, prácticamente, no ocurre nada. Lo más movido es el anuncio de traslado del oficial, y el problema que supone con su mujer, que no quiere irse porque allí vive muy bien. Y paren de contar.

No hay un solo momento en que nos conmuevan, nos agiten o nos indignen. Es como ver una performance en un museo de arte moderno. Hasta para ser un documental le falta ritmo. Le habrán dado un óscar, pero no da ni para cortometraje. Pura decepción.

Distraída comedieta que cruza lo fantástico con una disparatada investigación policial. Una pareja de toscos agentes de policía se dedican a investigar casos paranormales, a cual más absurdo e hilarante. Todos son reales, pero el aldeanismo de los agentes rebaja su gravedad deparando situaciones delirantes.

La personalidad tontorrona de los agentes es el hilo conductor de los episodios, buscando siempre el contraste con todo lo relativo a las posesiones demoníacas, los vampiros o los licántropos. El formato es similar al de The Office, los protagonistas comentan a cámara sus progresos y narran cualquier vicisitud que les ocurra. Sus reacciones pueblerinas ante todo lo paranormal que presencian es la principal fuente de humor. No es que vayan a partirse de risa, pero al principio se ve con agrado y hay momentos de verdadero ingenio. Como si a unos Mulder y Scully bobalicones les acompañara un equipo de TV.

Por desgracia, el paso de los capítulos no le sienta bien, y el ingenio mencionado acaba brillando por su ausencia. Mediada la segunda temporada ya se me han quitado las ganas de seguir, llegando a aburrir a pesar de sus escasos 30 minutos por episodio. El material es bueno, pero se agota demasiado pronto.

De entre la morralla de Prime Video encontramos este mejunje que, salvo pinceladas concretas, no cumplirá con demasiadas expectativas. Una agente del FBI llega a una cabaña olvidada en mitad del campo investigando unas desapariciones. Allí, el redneck de turno será el menor de sus problemas.

Aunque comienza con buen pie, una escena impactante y atmósfera malrrollera, poco a poco se va deslizando hacia cierta cómoda mediocridad, entre invasión alien, cada asediada y terror demoníaco. En ninguna de dichas facetas destaca especialmente y, aunque no podamos decir que aburra, resulta muy rutinaria y no consigue enganchar.

Las criaturas están curradas, aunque sus diseños son un cruce de varias subespecies Alien y los demonios de El Laberinto del Fauno. Los muestran lo justo para que no se noten las carencias presupuestaria,y aunque intentan algún numerito gore no será nada que les vaya a impresionar. Si no tienen nada más a mano puede calmar el hambre de género durante un rato, no más.