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Voto de Chagolate con churros:
8
Drama Matsugoro, un pobre conductor de carro en el Japón del periodo Meiji, devuelve a un niño perdido, Toshio, a su casa. Sus padres se muestran con él muy agradecidos. Tras la muerte del padre, la madre, Yoshiko, muy preocupada por su hijo, le pide a Matsugoro que le ayude a educarlo. Él acepta encantado. Con el paso del tiempo le coge mucho cariño, al niño y a la madre. Pero Toshio crece, y se marcha a estudiar a la universidad de Tokio, y ... [+]
26 de junio de 2008
26 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lejos de una Italia de posguerra, muy lejos de italianos empalagosos con sus ti amo, y de directores que han pasado a la historia por retratar con fortuna y ternura las miserias de los desafortunados, Hiroshi Inagaki recrea en tiempos de posguerra (también), una de esas historias que también calzaban en el neorrealismo italiano.

Lo hace de la mano de uno de los mejores actores de todos los tiempos: Toshirô Mifune. Si Mifune hubiera sido americano, lo tendríamos sentado en el trono de los intocables, en la zona de aquellos que son considerados como estrellas inmortales. No hay tanta diferencia entre Mifune y Marlon Brando. Ambos son los únicos capaces de crear una actuación caricaturesca y que no parezca una pantomima. Luego, más tarde, y mucho más cercano en el tiempo, otros actores con mucho caché (y grandes virtudes) han querido seguir esta senda y se han estrellado hasta llegar a la mediocridad, hablo por ejemplo de los “grandes” Robert de Niro o Al Pacino, dos actores, que ya hubiéramos querido los espectadores, que se hubieran dedicado a permanecer como en sus inicios y no verlos tras la búsqueda de su ego.

Volviendo a la historia que Inagaki filma con una pericia que se siente en cada plano o en cada recorrido de la cámara, Mifune hace media película con una actuación prodigiosa, de esas que quita el hipo. Sólo por ello, merece la pena ver esta película. A su lado le acompaña Hideko Takamine, actriz fetiche de Kinoshita, y que consigue dar la réplica al siempre complicado Mifune.

Ikuma Dan pone, como ya hizo en la trilogía de Samurái de Inagaki, una hermosa banda sonora que casa perfectamente con todas las secuencias y que sabe unir, como lo hace Inagaki con la cámara, una historia creada a base de flashbacks. Inagaki usa de forma ejemplar diferentes elipsis que evitan caer en aburridos efectismos y que acaban dándole a esta película la justa medida entre la ternura y la hilaridad de Mifune.
Chagolate con churros
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