Al margen de sus valores cinematográficos, tal vez el principal mérito de esta película sea el de introducir al espectador en el fascinante -y para muchos supongo que exótico- mundo del Zen. Y lo hace sin rubor, sus personajes tienen inquietudes espirituales (¿espiri... qué?), se interrogan sobre Dios y sobre el sentido de la vida, y hasta mencionan en sus conversaciones al psicólogo transpersonal Ken Wilber. ¿Qué la película no es del todo redonda? Cierto; en mi opinión se podría haber afinado más en la psicología de los personajes y en algunas escenas dramáticas. Pero, como se apunta en otra crítica incluida en este mismo foro, entre tanto vacío palomitero mil veces repetido, entre tanta violencia y tanta maldad que alimenta y entretiene a lo peor que hay en nosotros, esta película supone una bocanada de aire fresco y una invitación a la cordura.