La más desoladora realidad de Hollywood es que esta industria del cine está repleta de buenas ideas con decepcionantes finales. Esta película es otra de tantas muchas que se pueden ajustar a ese perfil. Un agente retirado de la CIA de lo más sentimental y con unos impecables valores morales trabaja ahora como asesino a sueldo para el mejor postor. Una día recibe la petición de una mujer para asesinar a tres miembros de la mafia que mataron a su padre.

La idea del asesino a sueldo que usa sus conocimientos como experto en explosivos para llevar a cabo su trabajo es muy buena; al igual que la sed de venganza del personaje interpretado por Sharon Stone o la rivalidad entre los dos ex-compañeros de faenas. El problema viene porque en vez de desarrollar convenientemente esas tramas o en desarrollar un poquito más los personajes, el director prefiere centrarse en las escenas de acción, en las que tanto Sharon Stone como Silverter Stallone ponen cara de soy el tío más triste del mundo, en las que los malos demuestran lo bobos que son, y en las escenas eróticas. Por otra parte, la película también presencia deficiencias en algunas escenas o líneas argumentales excesivamente fantasmales o que no tienen ni pies ni cabeza como la pelea en el autobús o la escenita del cabreo de James Woods.

Además, decir que para lo poco desarrollados que están tanto la trama como sus personajes, la duración de la cinta es excesiva; que James Goods está demasiado sobreactuado, que Sharon Stone puede dar mucho más de si, y que la interpretación de Sylvester Stallone roza lo patético. Sin embargo hay que recalcar que al César hay que darle lo que es del César. La película es entretenida, las explosiones son muy ingeniosas, y que más de uno disfrutará con la escenita de la ducha.