Dramón sobre el maltrato a lo largo de los años, sobre sus secuelas y sobre la resiliencia femenina. Alice sufre la pérdida de sus padres en un incendio del que sale severamente traumatizada. Su abuela June, con la que no tenía relación, la lleva a un lugar que no es otra cosa que un hogar de mujeres que han sufrido maltrato. La dura personalidad de June no le pondrá las cosas fáciles.

Pocos productos audiovisuales muestran con imágenes y palabras expresiones tan en boga como "sororidad" o "resiliencia". Y aunque es una serie que homenajea a las mujeres en general, y a las maltratadas en particular, no excluye de su discurso la crítica a lo que un celo excesivo puede llevar al feminismo cuando no se deja espacio para otra cosa. Lo tenemos en la propia June, la cual, endurecida por la violencia y los traumas sufridos, lleva demasiado lejos su afán protector. Esquiva así de hábilmente potenciales invectivas en contra, que la podrían acusar de excesivamente militante o de situar al hombre en un plano casi diabólico. Tenemos también algunas pinceladas que apuntan al racismo implícito de la sociedad australiana hacia la población aborigen, pero la serie va de otra cosa y no se profundiza en ello.

Expone bien dinámicas que se saben ciertas, como que las personas que sufren maltrato tienden a ser maltratadores potenciales, o que de adultos se tienden a repetir patrones vistos en la niñez. No obstante, el personaje de Dylan me pareció demasiado arquetípico. Es decir, se que existe gente así, pero en una obra de creación como esta, uno hubiera esperado algo más sutil y no tan explícito, aunque sea por huir del cliché y distinguirse. Supongo que era necesario para provocar la catarsis de Alice, pero un poco más de trabajo de quión en esa parte se hubiera agradecido. Estamos, pues, ante una serie profunda, tremendamente emotiva y de gran carga emocional. A todo ayuda la fenomenal fotografía del paisaje australiano. Y la Weaver, claro, estrellón que allá donde aterriza todo lo mejora.