Frío me deja la que dicen es una de las películas del año. Elisabeth es una actriz que se prepara para interpretar a una mujer que se enrolló con un chaval de 13 años cuando ella tenía 36. La cosa degeneró en matrimonio y descendencia y, hoy, es él el que tiene 36 y ella...pues hagan cuentas. Elisabeth comprobará de primera mano lo disfuncional de esta relación.

Uno encara este filme esperando ver una gran obra: director de prestigio, dos actrices de primer nivel, una historia turbia... Luego empezamos a apreciar esa fotografía granulosa y no sabemos que nos quiere transmitir. Pasados unos cuantos minutos, y ya con las cartas boca arriba, no queda otra que admitir la planitud del relato. A pesar de los buenos ingredientes, aquí falta sal, o alguna otra especia que le dé sabor y nos aleje de la impresión de estar viendo un telefilm caro y arty.

Todo es sutil, tanto que a veces echamos de menos diálogos más explícitos, que no haya que estar deduciendo todo el tiempo. No es que sea inextricable: la relación de ese matrimonio no puede ser más tóxica, pero no se respira esa toxicidad por las imágenes, sino por lo que el público infiere, algo que ya podría hacer solo leyendo la sinopsis. Además, el correr de los minutos no le sienta bien, llegando a hacerse aburrida. Decepcionante.