Es una gran película para los aficionados al automovilismo y especialmente a los de la Formula I. Pero no es una gran obra cinematográfica, su fondo dramático en ningún momento llega a sobreponerse en la trama, pese a sus aceptables interpretaciones, entre las que destacan las de Ybes Montand y Eva Marie Saint.

Pero he de reconocer que es una maravilla en la reconstrucción de las carreras, en los recorridos de los circuitos; donde a alguno, como el de Montecarlo, lo describe a la perfección, curva a curva, en una vuelta perfecta. Es un espectáculo en el rugir de los motores. En los innovadores planos, casi televisivos, que pareciesen transportar al espectador al volante del monoplaza. E incluso describe, con cierto acierto, las bambalinas de este mundo de magnates, egos, pasiones y frialdades.

Una película que no deben perderse los amantes de la Formula I pero de la que pueden prescindir todos los demás, mas si es usted uno de estos últimos, le advierto; que corre el peligro de aficionarse, y mucho, a las carreras de bólidos.