Bueno, empezaré por el final.... ¡Era broma! Naturalmente ésta es una de esas películas que no se deben contar, así que me limitaré a dar sólo una breve pincelada sobre su argumento: Un psicólogo cuya vida personal camina cuesta abajo y cuya esposa se distancia cada vez más de él, encuentra en la terapia de un niño de diez años -hijo de padres separados- una motivación para dar sentido a su vida, pero no es éste el sexto sentido sino el enigma que se apodera de la narración y absorbe al espectador hasta el final, un final que... ¡Era broma de nuevo! Véala; disfrutará, pasará miedo y le carcomerá la intriga… Querrá dar al final en el mando de su reproductor, querrá que alguien se lo cuente si se encuentra en una sala de cine pero, por favor, no lo haga; o se arrepentirá…

M. Night Shyamalan casi debutó con esta cinta sorprendiendo a propios y extraños, incluso hay quien dijo que era el nuevo Hitchcock, de hecho, como éste, hace su aparición en cada película y con más papel que el británico, que se limitaba a asomar unos segundos, y casi siempre sin texto, mientras que el director de origen indio interviene activamente en los diálogos. Pero aparte de esto, sólo en esta película se aproximó al maestro, descendiendo el nivel –quizá estaba demasiado alto– en cada largometraje rodado a continuación; un nivel que en mi opinión hasta el día de hoy no ha vuelto a recuperar. Pero quién sabe…