Wes Craven aparece como productor de esta película. Aunque esto pueda augurar una extraordinaria cinta, no va a ser así. Sin ser pésima hay que fijarse que los mejores trabajos en los que ha participado Wes Craven, son aquellos donde a parte de producir, estaba implicado directamente en el resultado final. Pero esas tareas aquí están delegadas en personas que tienen poca experiencia. Recuerda mucho a la franquicia de Pesadilla en Elm Street, con un ser sobrenatural en ambas, que debe cumplir una serie de reglas si quiere conseguir su objetivo. El límite allí era que la gente se tenía que dormir, aquí es que pidan un deseo.
El guión tiene unos inicios interesantes, con la suficiente intensidad para atraer al público. El contraste entre una sala llena de gente muriendo de diversas formas, todas atroces y un hechicero de la época atravesando toda esta barbarie, sufriendo por lo que ocurre, pero sin sucumbir ante ello conforma la mejor escena de toda la cinta. Lástima que al trasladar la acción a tiempos modernos, se note un fuerte bajón, que apenas se supera con unas muertes inducidas por el Djinn en su misión de recoger almas. Estas muertes son usadas efectivamente para mostrarnos lo cruel y traicionero que puede ser esta entidad, pero se antojan algo torpes. En vez de recrearse con la libre y siempre cruel interpretación que hace de los deseos de la gente, estas muertes son tratadas como meras escenas de relleno. Como si no fuesen importantes para la historia, son desprovistos de suspense y entusiasmo.
El director ha dedicado gran parte de su trabajo en el cine a trabajar en los efectos especiales y el maquillaje de películas de terror, tanto de serie B como o en algunas conocidas películas como Austin Powers El miembro de oro, Scream y Spy Kids. Sin embargo su aportación detrás de las cámaras es mínima, y esta película no ayudó a desarrollar su carrera como director. No consigue conformar una historia que produzca terror a quien la ve, como mucho intranquilidad ante la facilidad que tiene el Djinn para conseguir lo que quiere de la gente, pero ni las muertes son demasiado imaginativas, ni el repetir el mismo esquema con el Djinn concediendo deseos que se tornan contra uno mismo salvan la película.
Otro de los reclamos que se usa para lanzar este producto es incluir a muchos conocidos actores de películas de terror, como Robert Englund o a Tony Todd. De todas formas su exigua participación no les permite aportar nada más que una cara conocida. El resto de los actores, tanto principales como secundarios, son grises y muy poco creíbles sin excepción.
Aunque el conjunto es aceptable, clama al cielo un mejor guión y una dirección que se dedique a algo más que contarnos lo que está escrito el guión, pues allí no están las claves para conseguir aterrarnos.