Si algo llama la atención en esta miniserie a cargo de un Steven Moffat en declive es la diferencia de calidad entre sus partes, llamémoslas, británica y americana. Esta última, encabezada por un Stanley Tucci, como siempre, superlativo, mezcla a Conan Doyle con «El silencio de los corderos» («The Silence of the Lambs», 1991), maridaje tan arriesgado como afortunado.
No cabe afirmar lo mismo de la combinación —y eso que, a priori, se antojaba más sencilla— de thriller y humor negro que protagonizan David Tennant y Dolly Wells, pues ni ellos ni la historia acaban nunca de encontrar el tono adecuado. Que dicho hilo argumental ocupe dos tercios del metraje en detrimento del otro compromete seriamente la calidad de un conjunto que, además —o precisamente a causa de lo cual—, transmite una desalentadora sensación deslavazada.
Fiar la conexión entre ambas tramas al personaje interpretado por Lydia West me recuerda a esos equipos de cualquiera que sea el deporte cuya cicatera táctica pasa por esperar a que la estrella de turno les saque las castañas del fuego. La talentosa actriz londinense hace lo que puede; pero, diríase que consciente de la imposibilidad de unir lo que la torpeza del guion ha separado, hasta parece haber perdido parte de la frescura que venía caracterizando sus trabajos anteriores.
En suma, decepcionante producción que no pasa de constituir una más de la miríada de mediocridades que integran el fondo de armario de las plataformas de contenidos, Netflix en su caso. Habida cuenta de los mimbres con que contaba, especialmente su reparto, el chasco resulta aún mayor.