Siempre hay unos cuantos que se creen que juntando en pantalla a un puñado de ardillas animadas con vocecitas repelentes, cantando cancioncitas de un lado para otro, con un grupo de actores y actrices haciendo un poco el tonto es suficiente para crear algo tan complejo como es una película.

Ya no es cuestión de que el argumento y el guión sean malos, las actuaciones estúpidas y que tenga la historia más “chorra” que se pueda echar uno a la cara, que también, sino el hecho (para mí, ridículo y pasado de vueltas) de mezclar animación con realidad e intentar que ambos mundos encajen, y lo que es peor… ¡que sea ya la tercera entrega! Espero que con este tercer desastre consecutivo se dé por concluida una saga explotada ya hasta la saciedad.

Algunos podrían salir con el cuento de que se trata de una película infantil para un público más bien menudo, pero es que incluso dudo que consiga divertir a los más pequeños de lo absurda que llega a ser; durante los primeros 10 minutos igual se les consigue mantener “embobados” delante de la pantalla gracias a los muñequitos parlantes en forma de ardillas, pero los otros 80 minutos sobran completamente.

Lo más gracioso es que posiblemente en su estreno fuera un éxito y tuviera una buena recaudación taquillera, algo que a mí personalmente me parece humillante para la industria del cine en general y un insulto a la inteligencia humana. Se cumple en este caso un acertado dicho popular, solo que en este caso no hemos tropezado una vez ni dos con la misma piedra, ¡sino hasta tres veces!

Para los que no la han visto aun un consejo: no cometan el mismo error que cometí yo, olvídense de ella, como si no existiera; no merece la pena ni darle una primera oportunidad a esta tercera entrega que espero sea por fin la última.