Siempre he pensado que "Scoop" es un título a reivindicar dentro de la filmografía de Woody Allen. No es una mala película, tampoco es buena, es... es una pequeña travesura de su autor, un divertimento lúcido a la vez que intrascendente, un capricho de esos que sólo un mago como Allen se puede permitir. Se trata de la segunda película de su periplo londinense y sucede cronológicamente a la profunda y venerada "Match Point". Jugando al despiste, Allen descolocó a quienes esperaban una segunda obra maestra consecutiva, y les despachó algo absolutamente en las antípodas de su anterior film. Lo curioso es que "Scoop" es una receta cocinada con los mismos ingredientes de "Match Point" salteados, claro está, de otra manera: Londres, la aristocracia, Scarlett, un asesinato, el azar... Ah, y por si faltaba algo, si "Match point" es para muchos un plagio de "Un lugar en el sol", aquí nos encontramos con una escena calcada a otra que aparecía en la película de George Stevens. Con Scarlett Johanson y Hugh Jackman en una barca. Y hasta ahí puedo leer.

Es probable además que "Scoop" nos haya brindado la última oportunidad de ver a Woody protagonizando uno de sus films (le hemos visto después en un papel episódico de "A Roma con amor"). Allen nunca ha sido lo que se dice precisamente un buen actor, pero lleva a su personaje neurótico e hipocondríaco incorporado de serie, y con eso es más que suficiente. Aquí interpreta a Splendini, un viejo mago de gira por Europa que en uno de sus espectáculos en Londres hace subir a una joven espectadora para hacerla desaparecer ante los ojos de los espectadores en el típico truco de la caja. En su interior, la muchacha, una aspirante a periodista algo ingenua y tontita, verá cómo se le aparece el espíritu de otro veterano periodista recién fallecido que le revela que un conocido miembro de la alta sociedad londinense es en realidad el asesino en serie más buscado del país. A partir de ese momento, el mago y la joven se embarcan en una aventura no exenta de peligros con el fin de desenmascarar al homicida. Un enredo quizá algo artificioso pero capaz de arrancarte más que una carcajada y que da pie a alguna de los habituales e ingeniosos gags verbales de su autor ("yo me crié en la confesión israelita, pero al hacerme adulto me convertí al narcisismo"). Es una bendición y un gozo ver a Allen "hacer el ganso" entre la atribulada aristocracia inglesa. Es usted un encanto, señor Allen, lo digo completamente en serio, Dios le bendiga, es un director maravilloso, un ejemplo para su raza.