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España España · Zaragoza
Voto de Juan Solo:
9
Drama La vida de Jeanne Dielman, una joven viuda con un hijo, sigue un orden inmutable: mientras el muchacho está en la escuela, ella se ocupa de las tareas domésticas por la mañana y ejerce la prostitución por la tarde. (FILMAFFINITY)
20 de marzo de 2023
3 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nunca ves el momento para hincarle el diente a una película como “Jeanne Dielman”. Es uno de esos típicos títulos que por diversos motivos te ha generado desde siempre ansiedad. El primero de esos motivos, el más evidente también, no puede ser otro que el que concierne a la excesiva duración de la cinta, y es que, claro, a ver cuándo se disponen de tres horas y cuarto para hacer que se pare el mundo y ponerse a ver una película, sea del género que sea. Después viene lo de su particular argumento-no argumento que nos hace testigos del devenir cotidiano de una ama de casa de Bruselas. Una de esas películas en las que “no pasa nada”, encima. Añádase a ello el detalle no menor de que el film acaba de ser elegido por la encuesta de la revista cinéfila “Sight and Sound” como el mejor y más influyente de todos los tiempos. La cosa, la verdad, y nunca mejor dicho da vértigo. En cualquier caso, muchas gracias a “Sight and sound” por habernos traído hasta aquí.

¿Una boutade? ¿Una reivindicación? ¿Una provocación? ¿Un delirio? La elección de “Sight and Sound” tiene un poco también de todo eso. Por supuesto, “Jeanne Dielman” no es la mejor película de la Historia del Cine, por una sencilla razón. La tal película no existe. Como decía el famoso presentador de cierto programa cinéfilo y radiofónico nocturno, las películas no son como caballos en el hipódromo que llega uno el primero y ya está. Aquí es todo mucho más complicado, aunque por otra parte resulta irresistible eso de los rankins de las diez, las cien o las mil películas favoritas de tal o cual experto, de tal o cual publicación. Es hasta divertido ponerse a confeccionarlos uno mismo, pero tanto una cosa como otra no dejan de obedecer a un imposible. Como juego está bien, pero nunca hay que ir más allá ni creérselo demasiado.

Dicho esto y más allá del ruido, habría que añadir que como ejercicio cinematográfico “Jeanne Dielman” es todo un logro, un diez inapelable. Echando mano precisamente de una metáfora hitchcotiana, alguien definió en su día el cine como esa ventana indiscreta a través de la cual nos colamos en las vidas ajenas (ficcionadas o no) para intentar extraer algo de ellas. “Jeanne Dielman” es mismamente eso, o al menos se esfuerza por explicar el mecanismo. Chantal Ackerman conduce la metáfora al extremo y saca al James Stewart que llevamos dentro para convertirnos en voyeurs de la intimidad casi autómata de su protagonista. Se toma su tiempo, pero precisamente sin ese concepto tan cinematográfico, el del tiempo, su metáfora no sería tan certera. Ni tan radical. Justo cuando la película está a punto de convertirse en otra cosa y coquetea con el cine de género, la directora decide que cae el telón y que hasta ahí puede leer.

Como experiencia, “Jeanne Dielman” tampoco tiene precio; una experiencia inédita y revolucionaria que merece ser vivida en toda su intensidad. La casi total ausencia de diálogos, su peculiar planificación con la cámara plantada en el centro de la escena otorgan a la película ese carácter iniciático que remite a los propios orígenes del cine. Y se puede llegar a sentir esa misma mezcla de fascinación y desconcierto que sintieron aquellos primeros espectadores de los cortometrajes de los Lumière. De vértigo, también.
Juan Solo
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