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España España · Zaragoza
Voto de Juan Solo:
10
Drama. Romance Francisco Galván de Montemayor, un hombre adinerado de apariencia tranquila, conservador, religioso y virgen, como cada Jueves Santo asiste a la ceremonia del mandatum, el lavatorio de pies que el sacerdote efectúa con singular delectación. Al ver los sensuales pies de una joven sentada en primera fila se queda prendado de su serena belleza. Francisco logra averiguar que la mujer de sus sueños se llama Gloria y va a contraer matrimonio ... [+]
31 de mayo de 2023
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
A estas alturas no sabría decir cuál es mi Buñuel favorito. Casi seguro sería uno de los Buñueles mexicanos, pero aún así me seguiría costando decidir entre la descarnada brutalidad de “Los olvidados” o la contundencia de una propuesta tan arrebatadora como “El ángel exterminador”. Claro que luego también está la excepción ibérica, “Viridiana” o “Tristana”. Y por qué no sucumbir al discreto encanto de la burguesía de la etapa francesa con don Luis cerrando el círculo y volviendo a sus orígenes más genuinamente surrealistas.

En cualquier caso, lo de a quién quieres más a papá o a mamá siempre ha sido una pregunta trampa. Así que yo de Buñuel prefiero quedarme con todo, porque de él, como del cerdo, se puede aprovechar todo. En cualquier caso también, le tengo un cariño especial a “Él”. Creo que es una de sus películas más elegantemente rodadas de toda su filmografía, en la que por cierto no se notan para nada las tres semanas que tardó en ser filmada, algo que sí por ejemplo se percibe en “El ángel exterminador” que parece que está hecha deprisa y corriendo y como a trompicones (y aun así es una obra maestra). Buñuel dijo de “Él” que era la película en la que más había puesto de él mismo, la que mejor le representaba; él mismo insinuaba ser un celoso de narices que tuvo la suerte de toparse con una santa como Jeanne Rucar que le aguantaba todo. Casi un retrato autobiográfico con formas de melodrama culebronero en el que Buñuel aprovecha cualquier resquicio para sacar a relucir todo lo buñueliano habido y por haber: las represiones, lo obsesivo, lo irracional. Y qué puede haber más irracional que unos celos compulsivos.

Por si fuera poco, me parece además la película mejor interpretada de este periodo mexicano, con un Arturo de Córdova excepcional en la piel de ese Dr Jeckyll tierno y comprensivo que acaba siendo dominado por los raptos del Mr Hyde delirante que habita en él. Un tipo contradictorio como el propio director, un burgués que critica sin piedad a la burguesía, un ateo gracias a Dios. La irreverencia de don Luis concluye en ese final zigzagueamente divertido, pero arranca desde un título que remite directamente al Altisimo. “Me gustaría ser Dios para aplastarles” dice el protagonista observando desde las alturas a los tranquilos peatones que caminan ajenos a la misantropía que despiertan. Lo dice en la famosa escena del campanario. Sí, esa que le copio después Hitchcock en “Vértigo”:
Juan Solo
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