Estupenda adaptación para la pantalla grande -a cargo de R. Gil, que también la dirige- de la homónima obra de teatro de J. de Echegaray.
La película posee fuerza dramática e intensidad narrativa, ofrece sobriedad, empaque, una excelente factura cinematográfica y cuenta con un elenco que realiza una interpretación memorable.
El melodrama se instala en el celuloide como si de tratara de su ámbito propio y se ajusta con soltura a su nueva caligrafía.
Autor y guionista ha sabido encontrar ese punto idóneo para definir con prestancia, con finura y con elegancia cada detalle de los rasgos físicos, de los ademanes psicológicos y de los pruritos sociales que conforman el núcleo argumental.