Las emociones y los sentimientos dibujan sobre la pantalla un esbozo triste teñido de sombras que llevan escrito el signo de la soledad y de la decepción.
La película que dirige C.H. Christensen es sencilla pero profunda y ofrece detalles vibrantes que saben poner un acento de amargura en una historia rica en matices y generosa a la hora de mostrar refugios íntimos.
Su sentido de la narración se orienta hacia la linealidad en aras de la eficacia mientras el pulso certero del director delimita con precisión el ámbito y alcance de la trama.
La excelente interpretación de Z. Moreno y G. Rigaud confieren enjundia y personalidad a la acción de manera que el largometraje se desarrolla como un proyecto en el que los detalles no quedan a la intervención del azar.
Significa el triunfo de un guión que sabe profundizar en el trasfondo humano y plasmarlo como un proyecto de enorme interés cinematográfico.