Un guión desarrollado de forma muy original y explosiva por J.V. Druten permite a R. Thorpe dirigir la película con admirable sentido y enorme atractivo para el espectador desde el comienzo.
A ello contribuye la atmósfera de permanente misterio presentada en forma de veladuras o insinuaciones que dan pie a todo tipo de sospechas y conjeturas.
Los perfiles psicológicos delatan intenciones, sus actitudes persuaden y la interpretación de los protagonistas confieren verosimilitud y coherencia a una narración de por sí interesante.
Debe resaltarse el trabajo de un excelente R. Montgomery.

Un conjunto de buen hacer cinematográfico realizado a partir de un relato escrito para el teatro capaz de mantener la tensión durante dos horas sin apenas salir de las cuatro paredes que exige la unidad del espacio.