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9
6,9
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Drama
Novocherkask, Unión Soviética, 1962. Lyudmila es miembro del partido comunista local. Ella defiende los ideales del régimen comunista y desprecia todo tipo de disidencia. Durante una huelga laboral en una fábrica de motores, ve cómo el ejército mandado por el Gobierno dispara a los protestantes y comete una masacre. Ese suceso cambiará su visión de las cosas. Con la ciudad destruida y agitada por las revueltas, hay mucha gente herida y ... [+]
9 de julio de 2021
40 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los dramáticos acontecimientos que narra Queridos camaradas sucedieron realmente y son conocidos como “la masacre de Novocherkassk”. Con ellos como eje central del guion, el veterano director Andrei Konchalovsky elabora una ardua, intensa y extraordinaria película.
Durante todo el metraje, seguimos a Lyuda: una mujer inquieta y acelerada, en constante conflicto con ella misma y con la gente que le rodea, magníficamente interpretada por Yuliya Vysotskaya. Su fe en el partido y en el socialismo choca con la realidad de la pobreza y la falta de libertades. Sin embargo, la necesidad de estabilidad y de anclaje mental y emocional le llevan a intentar no dialogar con ella misma ni con sus dudas. El resultado es de una complejidad humanamente asombrosa y magistralmente reflejada por Konchalovsky.
Los demás personajes, su hija, su amante o los distintos jerarcas del partido, tienen también una riqueza muy atrayente a pesar de que puedan aparecer tan solo unos minutos en la proyección, como es el caso de la peluquera o de la joven que llevan detenida por su propia incontinencia verbal. En especial, aunque sea personalmente, el papel del padre de Lyuda me parece fascinante. Representa el pasado y el presente, la pasividad del final de la existencia y la preocupación por el futuro de su familia, el desencanto del ateísmo y de la fe en el comunismo con el tacto solemne con el que desenvuelve un viejo icono; una variedad de ideas y sensaciones con el pasmoso realismo de una camiseta, la cojera y el cigarrillo colgando de los labios.
Konchalovsky despliega su maestría en todos los aspectos del film. El uso del blanco y negro acompaña el drama y centra la atención en las actitudes de los protagonistas. No obstante, donde creo que realiza su mejor apuesta es en una planificación cerrada que utiliza tabiques, puertas y escaleras para mostrar la división, interior y exterior, que sufren los personajes. Tomas cortadas y desequilibradas al lado de otras abiertas y limpias son una curiosa metáfora de la grandeza de un país en la que creen firme y entregadamente sus habitantes, aunque en el día a día solo noten cómo se desmoronan sus vidas.
En definitiva, un buen relato de un hecho histórico no tan lejano como puede parecer y un gran drama humano difícil, pero impactante.
www.contraste.info
Durante todo el metraje, seguimos a Lyuda: una mujer inquieta y acelerada, en constante conflicto con ella misma y con la gente que le rodea, magníficamente interpretada por Yuliya Vysotskaya. Su fe en el partido y en el socialismo choca con la realidad de la pobreza y la falta de libertades. Sin embargo, la necesidad de estabilidad y de anclaje mental y emocional le llevan a intentar no dialogar con ella misma ni con sus dudas. El resultado es de una complejidad humanamente asombrosa y magistralmente reflejada por Konchalovsky.
Los demás personajes, su hija, su amante o los distintos jerarcas del partido, tienen también una riqueza muy atrayente a pesar de que puedan aparecer tan solo unos minutos en la proyección, como es el caso de la peluquera o de la joven que llevan detenida por su propia incontinencia verbal. En especial, aunque sea personalmente, el papel del padre de Lyuda me parece fascinante. Representa el pasado y el presente, la pasividad del final de la existencia y la preocupación por el futuro de su familia, el desencanto del ateísmo y de la fe en el comunismo con el tacto solemne con el que desenvuelve un viejo icono; una variedad de ideas y sensaciones con el pasmoso realismo de una camiseta, la cojera y el cigarrillo colgando de los labios.
Konchalovsky despliega su maestría en todos los aspectos del film. El uso del blanco y negro acompaña el drama y centra la atención en las actitudes de los protagonistas. No obstante, donde creo que realiza su mejor apuesta es en una planificación cerrada que utiliza tabiques, puertas y escaleras para mostrar la división, interior y exterior, que sufren los personajes. Tomas cortadas y desequilibradas al lado de otras abiertas y limpias son una curiosa metáfora de la grandeza de un país en la que creen firme y entregadamente sus habitantes, aunque en el día a día solo noten cómo se desmoronan sus vidas.
En definitiva, un buen relato de un hecho histórico no tan lejano como puede parecer y un gran drama humano difícil, pero impactante.
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