Es muy difícil que una película emocione en cada uno de sus fotogramas, y el gran mérito de Lo imposible es que lo consigue. A Bayona no le quedaba otra opción: todos habíamos visto las devastadoras imágenes del tsunami en el sudeste asiático, así que la película tenía que ir más allá, y hacer que viviéramos esa situación desde dentro. La emoción continua es el recurso que nos atrapa y nos hace vivir la angustia de sus protagonistas en cada momento.
Una ambientación excelente y unas interpretaciones sublimes, tanto de McGregor y Watts como de los niños, son el mayor secreto de este drama familiar digno del mismísimo Spielberg. Y mención especial para su sonido, la mayor fuente de terror durante todo el film.

Lo mejor: conseguir que vivamos lo que les pasa a los protagonistas.
Lo peor: el título spoiler.