Curiosa e interesante película. Para mí, el gran mérito de "Flores rotas" es transmitir sensaciones a partir de un argumento más bien soso, y a base de situaciones a cada cual más tonta. Bill Murray está perfecto en su anti-interpretación, si bien resulta inverosímil que un tío tan poco expresivo y de aire tan gélido y hierático haya tenido una vida de donjuán desbocado. Sobre esta estructura que parece tan poco estable, Jarmusch nos va enredando en su tela de araña.

La película está llena de silencios. En ellos siempre vemos a Murray con la misma cara de ladrillo, pero también observamos que sus exparejas (si se pueden llamar así) han seguido trayectorias muy distintas, y le recuerdan de forma dispar, de modo que cada una evidencia un particular hueco en la vida del protagonista. Y es ahora (por fin) cuando Don Johnston (significativo nombre) advierte los diferentes matices que, para bien o para mal, habrían podido colmar su vida. En cada uno de los encuentros, el espectador duda sobre qué está pasando por la cabeza del protagonista: no sabemos si se pregunta cómo diablos pudo llegar a estar con esa mujer, o si en realidad lamenta no haber podido mantener una relación duradera con ella. En cualquier caso, cada una de las mujeres supone un deformado espejo delante de su cara. Así, la sucesión de momentos absurdos, o la galería de los horrores en la que vemos que se ha convertido su vida, van configurando, en realidad, un viaje iniciático en el que el protagonista toma conciencia de su propia existencia banal, en una evolución que lleva a un final abrupto pero muy apropiado.