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España España · Barcelona
Voto de reporter:
6
Animación. Fantástico. Aventuras Han pasado cinco años desde que Hipo empezó a entrenar a su dragón, rompiendo la tradición vikinga de cazarlos. Astrid y el resto de la pandilla han conseguido difundir en la isla un nuevo deporte: las carreras de dragones. Mientras realizan una carrera, atraviesan los cielos llegando a territorios inhóspitos, donde nadie antes ha estado. Durante un viaje descubren una cueva cubierta de hielo que resulta ser el refugio de cientos de ... [+]
1 de agosto de 2014
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por mucho que tuviera la capacidad de hablar, aquel condenado asno no se enteraba de qué iba el asunto, y no había manera de hacerle entrar en la mollera aquello que realmente importaba dentro de la complejísima naturaleza de un ogro. Hasta que se cruzaron con una de ellas. ''Mira, un ogro es... como una cebolla.'', dijo Shrek. ''¿Apesta?'', contestó su pesadísimo compañero de aventuras. ''Sí... ¡No!''; ''¿Te hacen llorar?''; ''¡No!''; ''Ah... ¿si las pones al sol se vuelven marrones y les salen pelitos blancos?''; ''¡Nooo... las capas! ¡Las cebollas tienen capas! ¡Y los ogros tenemos capas! ¡Las cebollas tienen capas! ¿Lo captas? ¡Los ogros tenemos capas!''; El burro, a lo suyo: ''Pero, las cebollas no gustan a todos... ¡Tarta! ¡A la gente le gusta la tarta! ¡Y tiene capas!'', hasta que el monstruito verde explotó: ''¡Me importa un pito lo que le guste a la gente! ¡Los ogros no somos como las tartas!'', y dicho esto, dejó al pobre animal unos pasos más atrás, que la vena de la sien se le estaba hinchando demasiado, y quería evitar incidentes mayores.

Además, lo importante es que a esas alturas, el público, que al fin y al cabo es el único que importa, sí había pillado la metáfora. Resulta que los ogros no eran lo que parecían, porque con ellos, en efecto, las apariencias también engañan. Porque resulta que el objetivo vital de tan inmundas criaturas no era el de dedicar cada segundo de su vida amargando la de los demás, sembrando el terror en las aldeas vecinas, destrozando las cosechas y devorando el ganado de los pobres campesinos... incluso amenazando con raptar algún que otro recién-nacido con tal de remarcar, por enésima vez, su indiscutible autoridad. Nada de esto. Lo único que desea el ogro medio es encerrarse en su humilde choza y disfrutar, a solas, de los fecundos placeres ofrecidos por su amadísima ciénaga. Barro, babosas y heces varias... delicioso todo ello. Y más pacífico, imposible. ¿A qué vienen entonces tantos gruñidos, gritos y poses amenazantes? Precisamente a eso; a preservar la calma y la intimidad. ''Si lo construyes, vendrán... y si los asustas, simplemente, no.''

Las capas, que eran muy feas, estaban ahí para preservar algo que, le gustara o no al protagonista, era casi-casi precioso. La lección es, por cierto, de 'Shrek' (''el primero''), cumbre todavía no-superada (subrayemos esto) de la DreamWorks Animation. La afirmación es, por supuesto (y faltaría más) discutible, no por quien escribe, sino sobre todo por todos aquellos (y no fueron pocos) que hará ya cuatro años se dejaron embriagar por la primera adaptación para la gran pantalla de la famosa saga juvenil de libros fantásticos (compuesta ahora mismo por catorce libros... y ríase de J.K. Rowling) concebida por Cressida Cowell. 'Cómo entrenar a tu dragón', entendido como producto cinematográfico, tenía la continuidad prácticamente asegurada antes siquiera de que se estrenara su primera entrega. Hablamos, por supuesto, de la naturaleza multi-episódica de la materia prima, pero también, faltaría más, del músculo promotor de la productora... así como de su maestría a la hora de aprovechar en su favor, el principio de la cebolla.

Entrando ya en las valoraciones subjetivas, que en parte para esto estamos aquí, el éxito (a posteriori) de 'Cómo entrenar a tu dragón' fue debido a su capacidad por tapar (o cubrir) sus carencias con virtudes de muy fácil manejo. Siguiendo con la comparativa: las capas, que eran preciosas, estaban ahí para esconder algo que en ningún caso era feo, pero que sí necesitaba imperiosamente un envoltorio para poder reafirmarse. Es ahí donde salió a relucir el cuidadísimo diseño de personajes, la estupenda partitura de John Powell, y la fuerza del píxel, portentosa sobre todo en lo que a escenas de acción se refería... además de otros activos que si bien pueden considerarse -muy- importantes, difícilmente llegan a la categoría de ''imprescindibles''. Todo lo demás, parecía contentarse con la noción pura de un entretenimiento que se dedicaba exactamente a esto: a entretener. Y ya. En el peor de los casos, a no aburrir. Misión cumplida, con creces, pero claro, estamos en los terrenos de una animación que hará unos años tuvo la osadía de poner el listón quizás a una altura demasiado elevada. Las comparativas no duelen, pero sí deslucen los méritos de los que llegan después.

El nuevo trabajo de la casa DreamWorks Animation (que por cierto está celebrando su vigésimo aniversario... como pasa el tiempo, sí) se presentó oficialmente ni más ni menos que en el Festival de Cine de Cannes, mismo escenario elegido antaño por los maestros de la Pixar (los del listón alto) para la puesta de largo de alguna de sus mejores creaciones. El equipo de Dean DeBlois (quien para esta segunda aventura trabaja en solitario, después de que Kris Sanders se haya abonado definitivamente a los prehistóricos 'Croods') llegó a la Croisette con toda la parafernalia lista para ser explotada en la alfombra roja y posterior rueda de prensa. Cascos de vikingo, muñecos ''desdentaos'' gigantes y otros productos de merchandising (incluidas la celebrities que cedieron su voz al filme) invadieron las inmediaciones del Palais des Festivals. En la Meca del cine de autor, sí, pero nada de lo que extrañarse, al fin y al cabo hablamos de un producto que sabe perfectamente que se la juega (en términos de box office, claro, que es precisamente a lo que juega) fuera de la sala de cine.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
reporter
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