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Voto de Martes Carnaval:
8
Comedia. Drama Jean Marc intenta evadirse de su mediocre vida por medio de la imaginación. Consigue así entrar en un mundo de fantasía donde es un gran héroe, un caballero de brillante armadura, una estrella del escenario y de la pantalla y un novelista de éxito que tiene a las mujeres rendidas a sus pies. En la vida real es un chupatintas, un marido insignificante y un padre fracasado que fuma a escondidas. Pero, a pesar de todo, no sucumbe a la ... [+]
13 de enero de 2011
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Se puede pedir algo más a una película que te haga reír y te haga pensar simultáneamente? Pues sí: que te haga sentir, que te emocione, que te subleve… pero si una película, como hace ésta, te hace reír y te hace pensar tiene un gran mérito, pues es muy difícil enhebrar las dos finalidades, cuando tienen tratamientos cinematográficos distintos. Hay que reconocerle a Arcand que, siendo consciente de esta complicación, no se arredró. El resultado es, por lo menos, notable.

Si nos la relatasen, seguramente pensaríamos que la vida de nuestro protagonista es afortunada: cuenta con un trabajo seguro y de trato con la gente, disfruta de la complicidad de algún compañero, está casado con una mujer guapa y triunfadora, tiene bajo su responsabilidad a dos hijas saludables, dispone de una espléndida vivienda unifamiliar y todavía vive su madre. La realidad —siempre la realidad— es distinta. No es oro todo lo que reluce: su trabajo no deja de ser rutinario y le conduce a la impotencia, cuando no al cinismo; no todos sus compañeros son cómplices y los hay que le quieren mal y le amargan la vida; la mujer le ignora; las niñas están ensimismadas en su mundo particular y no le hacen saborear, precisamente, las mieles de la paternidad; la casa para él se reduce a un cobertizo que es su santuario sexual unitario; y su madre se está muriendo.

¿Cuál es el remedio de nuestro hombre contra esa vida triste que le ha tocado vivir? La fantasía. Una fantasía exuberante y desbordada. Mediante la fantasía se venga de la realidad, construyendo otra alternativa donde resulta muy bien parado. En su onirismo esta película es deudora, al menos, de una amable comedia francesa, "Cómo destruir al más famoso agente del mundo", de Philippe de Broca —donde, aunque no viene a cuento, Jacqueline Bisset está bellísima— y, ¿por qué no?, de "Fellini 8 ½".

Estamos ante una meditación sobre el derecho a la felicidad. Aquél que constitucionalizó, en su Declaración del Hombre y del Ciudadano de 1789, la Revolución Francesa con la que da comienzo la Edad Contemporánea. Por cierto, entiendo que la edad a la que se refiere la película es histórica y no individual. Vivimos en un mundo desdibujado y absurdo que ignora que lo es. O ésa es, al menos, la tesis de Arcand. La película es de forma deliberada políticamente incorrecta, quizás porque su director tiene a gala ser políticamente incorrecto: ve con normalidad, aunque sea en clave de humor, las palabras prohibidas, cierta violencia no consentida con la mujer, el sexo entre adolescentes o el tabaco. Ésta incorrección no se queda ahí y trasciende hasta poner muy lúcidamente en revisión todo el sistema.

¿Se puede ser feliz evadiéndose o es necesario asumirse? He ahí la cuestión. La película nos da una respuesta. ¡Pasen y vean!
Martes Carnaval
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