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Voto de Eric Packer:
8
6,8
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Musical. Comedia
Todo un pueblo tejano prepara con ilusión la celebración de los 150 años de vida que tiene desde que se fundó. El arte, el baile y la música se dan cita en una película que bebe del género musical. En medio de todo este cóctel se haya David Byrne, un extranjero que visita la ciudad por esas fechas y es testigo directo de los variopintos personajes que la ocupan. (FILMAFFINITY)
2 de diciembre de 2012
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un grupo de niños produce música con una tapa de aluminio, pedazos de madera y tubos de plástico a mitad de un terreno baldío en el que se construirán casas. Realizan un baile anárquico siguiendo el ritmo de su propia música. Cantan exigiendo video, rock and roll y que los lleven al centro comercial, una cabra los acompaña. Vuelven a cantar y claman ser el rey del mundo, el jefe de niños y niñas, cantan que llegaremos a los 110 años si escuchamos lo que dicen…
Luego de que Jonathan Demme filmara varias presentaciones de los Talking Heads para dar lugar a Stop Making Sense, (considerado por muchos el concierto mejor filmado de la historia) filme que fue recibido con gran éxito, a David Byrne, su líder, se le dio libertad total para que realizara True Stories, que no es el capricho de una figura de la música encumbrada que decide explotar su momento de éxito como sí lo fue la ególatra Moonwalker de Michael Jackson, y, aunque contiene incontables elementos musicales y surrealistas como esta, True Stories es más una pieza de arte que un film que se pueda encasillar en algún género cinematográfico: es, primero que todo, la oportunidad de adentrarnos durante una hora y media en la mente de David Byrne (músico, artista al que se le ha tachado tanto de genio como de esquizofrénico, a partes iguales) para asimilarlo durante el resto de la vida. Él, como la voz narradora, hace un repaso introductorio en el que cuenta el proceso evolutivo que va de la etapa del deshielo pasando por los dinosaurios y guerras territoriales hasta la invención de los microprocesadores, entonces aparece en pantalla y se dirige a nosotros directamente mientras conduce un convertible Chrysler LeBaron rojo y vistiendo a la usanza texana. Byrne, como un hombre sin nombre, nos va mostrando su recorrido por carretera hasta llegar al ficticio pueblo de Virgil, Texas, un típico pueblo americano y a la vez un lugar en el que lo diferente, lo extraño, es lo común. El pretexto de David Byrne en True Stories para hacer el recuento de distintas historias verdaderas que recolectó de diversas fuentes impresas, que clasificaríamos como material insólito o sensacionalista, es la celebración de los 150 años de la fundación del pueblo a la que se ha dado por llamar “la celebración de lo especial” que se conmemorará con un desfile así como con un show de talentos amateurs. La mayoría de los personajes, y sus historias verdaderas (con los que Byrne interactúa), que aquí se considera “normales” –entre otros una mitómana, un hombre que dice tener poderes psíquicos, otro que está en búsqueda de la esposa ideal y acude a un brujo para conseguirlo– trabajan en Varicorp una empresa en forma de caja (que alberga sorpresas en su interior) y es la encargada de patrocinar todos los eventos del festejo.
Luego de que Jonathan Demme filmara varias presentaciones de los Talking Heads para dar lugar a Stop Making Sense, (considerado por muchos el concierto mejor filmado de la historia) filme que fue recibido con gran éxito, a David Byrne, su líder, se le dio libertad total para que realizara True Stories, que no es el capricho de una figura de la música encumbrada que decide explotar su momento de éxito como sí lo fue la ególatra Moonwalker de Michael Jackson, y, aunque contiene incontables elementos musicales y surrealistas como esta, True Stories es más una pieza de arte que un film que se pueda encasillar en algún género cinematográfico: es, primero que todo, la oportunidad de adentrarnos durante una hora y media en la mente de David Byrne (músico, artista al que se le ha tachado tanto de genio como de esquizofrénico, a partes iguales) para asimilarlo durante el resto de la vida. Él, como la voz narradora, hace un repaso introductorio en el que cuenta el proceso evolutivo que va de la etapa del deshielo pasando por los dinosaurios y guerras territoriales hasta la invención de los microprocesadores, entonces aparece en pantalla y se dirige a nosotros directamente mientras conduce un convertible Chrysler LeBaron rojo y vistiendo a la usanza texana. Byrne, como un hombre sin nombre, nos va mostrando su recorrido por carretera hasta llegar al ficticio pueblo de Virgil, Texas, un típico pueblo americano y a la vez un lugar en el que lo diferente, lo extraño, es lo común. El pretexto de David Byrne en True Stories para hacer el recuento de distintas historias verdaderas que recolectó de diversas fuentes impresas, que clasificaríamos como material insólito o sensacionalista, es la celebración de los 150 años de la fundación del pueblo a la que se ha dado por llamar “la celebración de lo especial” que se conmemorará con un desfile así como con un show de talentos amateurs. La mayoría de los personajes, y sus historias verdaderas (con los que Byrne interactúa), que aquí se considera “normales” –entre otros una mitómana, un hombre que dice tener poderes psíquicos, otro que está en búsqueda de la esposa ideal y acude a un brujo para conseguirlo– trabajan en Varicorp una empresa en forma de caja (que alberga sorpresas en su interior) y es la encargada de patrocinar todos los eventos del festejo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Pero Byrne no se estanca sólo en la superficie al describir situaciones y personajes extravagantes por el mero hecho de hacerlo sino que en lo profundo realiza una sátira en la que revisa la forma de vida americana: su consumismo y adicción a la televisón (la mujer que se pasa todo el día en su cama con el control remoto en la mano), su incapacidad para diferenciar entre el vivir para trabajar y el trabajar para vivir, la incomunicación (el matrimonio que no conversa si no es a través de intermediarios) así como su idiosincrasia y sus creencias religiosas que han sobrevenido en culto a la tecnología y a los medios de comunicación masiva, pero, sobre todo, al poder representado por el dinero. True Stories hace una reflexión en torno al hecho de que en Estados Unidos todo parece estar prefabricado, preconcebido, procesado y digerido, en el que no hay espacio para la imaginación ni la inventiva, mucho menos a la originalidad en todos los aspectos, esto se manifiesta en los terrenos áridos y en las zonas habitacionales asépticas que aparecen en pantalla en el recorrido en auto que realiza Byrne. La inclusión de 50 pares de gemelos que se consiguen identificar en pantalla a lo largo de la película, es quizás un guiño que hace Byrne para darnos a entender la falta de identidad propia, una individualidad en la forma de ser de los americanos. True Stories de igual manera funciona como una comedia musical en la que los números nos son presentados de una manera surrealista que no difiere casi en nada con la visión acostumbrada en los videos musicales de los Talking Heads, sobresalen temas que ya se han vuelto clásicos como Wild Wild Life y otros como Radio Head que, para la trivia, es debido al título de este tema por el cual existe ahora el grupo homónimo.
Y tal como llegó, desde ninguna parte, David Byrne deja el pueblo de Virgil en su LeBaron rojo, mientras nos canta sobre dinosaurios que bailaban y preguntándose a sí mismo dónde estamos situados sólo para responderse segundos después que vivimos en la ciudad de los sueños y conducimos por una carretera de fuego. Pero el viaje no ha sido en vano, en True Stories nos ha dejado ver a través de sus ojos la forma en que percibe el funcionamiento de esa sociedad americana que muchas veces se nos quiere hacer creer que no tiene ninguna imperfección.
Y tal como llegó, desde ninguna parte, David Byrne deja el pueblo de Virgil en su LeBaron rojo, mientras nos canta sobre dinosaurios que bailaban y preguntándose a sí mismo dónde estamos situados sólo para responderse segundos después que vivimos en la ciudad de los sueños y conducimos por una carretera de fuego. Pero el viaje no ha sido en vano, en True Stories nos ha dejado ver a través de sus ojos la forma en que percibe el funcionamiento de esa sociedad americana que muchas veces se nos quiere hacer creer que no tiene ninguna imperfección.