Si en lugar de dirigirla Sáenz de Heredia lo hubiese hecho Billy Wilder; y en vez de Paco Martínez la hubiese interpretado Jack Lemmon, no duden en que Don erre que erre hoy estaría codeándose en lo más alto del podio con otros tantos viejos títulos de habla inglesa. Pero ya sabemos como funciona esto; nadie es profeta en su tierra.

Don Rodrigo (Martínez Soria) es un personaje antológico. Un auténtico filón de oro al que se le podría haber sacado un partido infinito. Este sí que da para hacer una saga interminable como la del James Bond (y tirando por bajo). Y es que se disfruta cosa mala con cada rebote que pilla el amigo; sus gestos, sus palabras y sobre todo sus dos cojones bien puestos. Nadie, por muy grande que sea, le tose en la cara al minúsculo caballero. -Ningún asunto es más importante que el mio; yo no lucho por las 257 pesetas, lucho por la razón, lucho por toda la humanidad- decía con la vena del cuello hinchada. Y qué razón; si todos tuviéramos la mitad de esas agallas hoy los bancos no nos torean como lo están haciendo.

Película divertidísima. Y mucho más inteligente de lo que parece a priori. Muestra bajo una gruesa capa de humor que siempre un grande se esconderá tras un pequeño para derrotar a otro grande.

Subamos la nota media joder, que Don Rodrigo no quiere más que lo suyo. Y esos puntos que faltan, suyo son.