A la hora de juzgar esta película creo que hay que contextualizarla debidamente en la filmografía de Steven Spielberg: fue el primer telefilme que rodó; el presupuesto que manejó fue mínimo; y el peso de la acción lo llevan un actor, un coche y un camión. A pesar de esta escasez de medios, Spielberg da una lección de intriga que logra crear una sensación de angustia y de agobio en un espectador que vive con incertidumbre la persecución a la que es sometido un viajante por parte de un diabólico camión por una zona desértica de Estados Unidos. La carga simbólica de la película está clara, con el camión representando un mal con el que podemos topar en cualquier carretera perdida y en cualquier momento de nuestras vidas.
Además, ya se avanza en cierto modo, con esa personal mezcla de acción y de intriga cercana al terror, lo que confirmaría después en "Tiburón". Un gran cineasta, sobre todo de acción, se estaba forjando.