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España España · barcelona
Voto de avanti:
8
Comedia Un restaurante de Broadway es el centro de reunión de un grupo de actores que intercambian viejas anécdotas sobre el mundo del espectáculo. Conforme la conversación avanza, recuerdan a Danny Rose, el representante de algunos de los artistas más desastrosos del gremio, el cual, en una ocasión, llegó a jugarse la vida para relanzar la carrera de un cantante pasado de moda. (FILMAFFINITY)
3 de julio de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si van por los barrios de cualquier ciudad del mundo donde se concentren espectáculos, siempre encontrarán en la misma zona el punto de encuentro de nostálgicos artistas dispuestos a contarles su triunfal pasado junto a una tardía cena, un adecuado trago o un café caliente para noctámbulos. Es el caso del Carnegie, el restaurante donde los actores intercambian sus anécdotas. El gran acierto de Woody en Broadway Danny Rose (1984) fue conseguir la participación de verdaderas figuras del espectáculo de la época, lo cual le dio al metraje un toque de verismo cinematográfico único: Sandy Baron, Jackie Gayle o Will Jordan entre otros históricos de la escena, incluyendo en el grupo a uno de sus productores exclusivos: Jack Rollins, aportaron dosis de realismo verité impagable en torno al personaje Danny Rose donde la realidad y la ficción se funden con el cariño, la añoranza, las anécdotas y las desventuras del personaje de ficción con las propias realidades vividas.

Es una maravillosa película en la que se narra las evoluciones de Danny Rose (Woody Allen) representante de artistas con una carpeta de variados talentos dispuestos a sobrevivir del espectáculo a pesar del constante semi olvido en el que viven. Solo Danny sigue creyendo en ellos por pura empatía, también él, en sus tiempos de estrella, vivía de contratos, del día a día, de sus chistes, pero como todo, también en el show business, termina, Danny decidió representar a sus amigos, nadie como él para convertirse en el mecenas de un grupo de artistas venidos a menos. el bailarín de claqué con un solo pie, el xilofonista ciego, las poderosas gemelas, los pájaros melódicos, el incomparable ventrílocuo siempre optimista y siempre cargado de buena fe, y... como no, la estrella entre los olvidados y al que un oportuno revival le podrían hacer ir bien las cosas: Lou Canova (Nick Apollo Forte) de los años cincuenta venido a menos, alto, gordo, bebedor, casado, histérico, fácilmente depresivo y con amante rubia: Tina Vitale (Mia Farrow), a pesar de lo cual Danny Rose continua creyendo en sus posibilidades artísticas.

El constante empeño que Danny pone en dar salidas profesionales a sus representados se enturbia con historias ajenas al espectáculo, Tina Vitale enreda las cosas de tal modo que en un acto de surrealismo escénico vemos implicados en el mundo de Danny a la famiglia Rispoli que por una pocas rosas blancas se rebela contra el desafortunado representante en un equívoco entuerto. Los constantes flashback nos lleva entre las carcajadas de la distendida charla en el restaurante, a las imágenes de lo sucedido con el sufrido Danny y la impetuosa e insegura Tina teniendo que superar un tema de vergüenzas por ofensas de honor al poeta de la famiglia.

Todo parece que se resuelve. La fiesta preparada por el anfitrión con los mejores deseos para sus representados se manifiesta entre pavo asado, alguna bebida y postre. La inesperada visita de Tina pretende recuperar el cariño que en algún momento le mostró Danny, en la fiesta no hay lugar para tantos, pero sí para la duda... Una hermosa acera, a la manera de Manhattan (1979) sostiene la apasionada reacción con la que pretende recuperar a Tina, a las puertas del Carnegie, el restaurante donde empezó todo; el restaurante de las reuniones, contempla iluminado por el neón el resultado mientras suena la música apropiada, un grupo de nostálgicos actores del espectáculo en su interior, ponen el fin a sus charlas, deciden marchar a sus hogares. En la casa de Danny Rose la fiesta del día de acción de gracias continua con más invitados.

Woody Allen, completa el merecido homenaje a los anónimos artistas del espectáculo dispuestos a ofrecer sus habilidades siempre que en sus angostos caminos se les cruce algún quijotesco representante, ex artista venido a menos, para inyectarles esperanza de vida profesional recuperándolos del olvido y reflotándolos a la escena del espectáculo conocible, donde deben estar, mientras tanto: "El show debe continuar".
avanti
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