Un delicioso inicio que recrea un western a lo John Ford, en el que la presentación de cada personaje es una sorpresa mayor que la anterior, es sólo el anticipo de lo que puede considerarse una maravilla de la animación.

Si en la primera entrega a Woody le preocupaba que le sustituyeran por un nuevo juguete y en la segunda, que se estropeara, en ésta la amenaza es, si cabe, aún mayor: Andy ha cumplido 17 años y se ha hecho mayor.

El miedo, la inseguridad, el temor al abandono –que podrían ser sensaciones de cualquiera de nosotros- consiguen calar en esta gran obra, camino de convertirse en un clásico moderno. Y es que lo tiene todo: acción, aventura, intriga, diversión y romance.

Es patente el esfuerzo del grupo de guionistas por estrujarse el cerebro y lograr situaciones nuevas y divertidas, pues el resultado es encomiable. Todo tiene sentido, todo está magníficamente entrelazado; los momentos de humor son de traca, la diversión está asegurada e incluso hay algún momento en el que la lágrima amenaza con salir a flote. Con “Toy Story 3” se ha logrado una película redonda.

Sunnyside, la guardería, es un escenario de infinitas posibilidades en el que cualquier aventura es posible. Los nuevos personajes aportan variedad, riqueza y colorido. Desde Lotso Abracitos –inolvidable flashback en que cuentan su pasado-, Ken –con un fondo de armario que ya quisiera la propia Barbie-, el pequeño bebé, el escandaloso mono o ese Buzz Ligthyear convertido en latinlover andaluz.

Si parecía difícil estar a la altura de de las anteriores entregas, pueden estar seguros de que se ha conseguido. El reto no era fácil. “Toy Story” puso el listón altísimo al ser la primera película animada de la Historia del Cine nominada a un Oscar por su guión. “Toy Story 2”, en 1999, se convirtió en la primera secuela animada que recaudaba más que su inspiradora. Los logros de “Toy Story 3” están por venir, pero seguro que serán muchos, y lo que es más importante, Pixar ha creado una auténtica obra maestra de la animación.