Historia de amor poco convencional de dos amigos de la infancia que se aman pero les cuesta dar el paso y expresarlo. Por tal motivo se retan entre sí a difíciles pruebas (¿capaz o incapaz?) que se van complicando progresivamente a medida que pasan los años.

Su factura técnica y su estética, desbordante de colorido y originalidad –en la línea de la famosa “Amelie”-, son de una calidad exquisita. Se consigue un complicado equilibrio entre comedia y drama, aunque eso sí, el humor está más cerca del negro que del blanco. Los dos jóvenes actores se lucen y relucen en unas actuaciones notables. Marion Cotillard, la gran Marion, convertida en estrella de Hollywood con un curriculum americano impecable, ya daba muestras de su enorme talento y sus dotes de actriz de primer nivel.

Lo malo es que la historia se hace algo repetitiva y cargante por una cuestión de orgullo o de no querer dar el brazo a torcer. Es algo así como el cine romántico llevado al extremo. A uno le resulta difícil de entender, pero lo indiscutible es que su final es de los que impactan de manera inequívoca.