Histriónica, tópica, excesiva, e impostada sillita eléctrica por parte de mr. cejas de grafito.

Por lo que parece, para que las nominaciones vuelvan a llamar a la puerta, uno debe fabricar cintas de 3 horas de duración.

La primera parte del alboroto es artificial, manida y grandilocuente, tenía la sensación una vez más que mr. cejas de grafito se daba más importancia que una mierda en un solar, pero es en el segundo tramo donde el acento cómico toma confianza y comienzan a hacer acto de presencia varias secuencias ocurrentes que logran equilibrar algo la balanza, todo ello, sin dejar de dar círculos como bien señala el extracto de una crítica en la licorería, que no son bajo mi punto de vista a los ochenta minutos, mas bien desde el pistoletazo de salida, donde el corro de la patata no tiene fin.

No entiendo si el objetivo de cejas tarántula es mostrar hasta donde podían llegar las fiestas de Queen con enanos y cuencos de farlopa en la cabeza, o lo vanguardistas y repetitivos que son los ambiciosos lagartos con corbata probando drogas, desde luego, la función que nos presenta, la hemos visto mil veces y mejor retratada en otras películas y son pocas cosas las que sorprenden, además, es mejor no analizar los supuestos tintes serios o trágicos porque son altamente sonrojantes, donde la vaca milka haría de vientre, es únicamente con algun pelotazo en largo donde podemos disfrutar de alguna disparatada secuencia que logra hacer diana.

Con este artificial y exagerado producto, hay que reconocer que mr. cejas de grafito va a por todas, con dos pelotas y no dudo que tendrá público, naturalmente, pero bueno, esta es la historia de Jordan Belfort, que también se podría haber llamado Rodríguez Menéndez y contaría exactamente lo mismo.

Se despide desde un contenedor.

Una compresa olfateada por Miguel Blesa.