Hans Zimmer es el que se encargar de armonizar esta película dentro del caos que es en sí misma. Prólogo kryptoniano, saltos atrás y adelante en el tiempo, un desarrollo por momentos tortuoso y una traca final impactante y a la vez excesiva. Cada una de las partes adobada con la habitual magnífica banda sonora de este genio. Banda sonora que redondea esa sensación de trascendencia, de grandilocuencia, de grandiosidad que ya viene siendo habitual en las últimas películas de Christopher Nolan (aquí productor y guionista) y que en ocasiones resulta exagerada y poco creíble.

Sin embargo eso no desmerece el buen hacer por momentos de la película que la hace entretenida y amena pese a su larga duración y a sus escenas de acción pura y dura en las que se hace imposible distinguir lo que está pasando. Que no es que esté mal que la acción sea a lo grande, pero por favor, que se pueda ver algo en condiciones.

Y reseñar que Russell Crowe parece Jesucristo con su barba, sus buenos deseos y lo de que se salve todo el mundo. El mesías kryptoniano.

En definitiva, película veraniega que vale la pena ver en el cine, no como otras muchas.