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Voto de Pablete Rural:
7
7,1
9.038
Animación. Aventuras. Drama. Fantástico Historia muda sobre un náufrago en una isla tropical desierta, poblada de tortugas, cangrejos y aves. La película cuenta las grandes etapas de la vida de un ser humano. Debut en el largometraje del animador Michael Dudok de Wit (ganador del Oscar por su cortometraje "Father and Daughter"). Una coproducción de varias productoras francesas y el Studio Ghibli. (FILMAFFINITY)
11 de enero de 2021
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En el Génesis Adán y Eva habitan el paraíso hasta que son desterrados a un mundo áspero lleno de dolor y sufrimiento. Así se nos cuenta en la tradición cristiana la forma en que desde entonces vagamos por el mundo marcados por el pecado original. Uno, sin embargo, no puede evitar preguntarse, tras 80 minutos de bellísima animación, si no sería más bien que Dios nos arrojó al mar en medio de una violenta tormenta o, ya en un sentido más radical, que ni siquiera estuvo presente y que, por tanto, nosotros aparecimos de repente convertidos, sin razón primera, no en pecadores sino en náufragos. No puedo negar que esta opción se me muestra más factible; podríamos decir que incluso se me aparece como clara y distinta, signifique esto lo que signifique, que no es, desde luego, algo con sentido racional. Se aparece, sí, en un sentido muy humano, aquel que obsesionó a Isao Takahata, impulsor de esta obra co-producida por studio Ghibli y varias productoras francesas. Antes de su aún reciente muerte, y antes incluso de pasarle el relevo a Michael Dudok de Wit, Takahata concluyó en su malograda última película (El cuento de la princesa Kaguya) que era preferible un mundo lleno de humanos imperfectos a uno tan solo habitado por ángeles sin voluntad. En la isla de La tortuga roja los ángeles han sido desterrados y el humano, concreto y de carne y hueso, no necesita de árboles abstractos que den frutos prohibidos. Y es que hay que hacer notar que nuestro protagonista ya lleva consigo a todos lados la compasión no en menor medida que la ira, pudiendo despertar a partes iguales tanto un amor fraternal multiespecies como la venganza más despiadada. Estos sentimientos tan puros y primarios dan cuerda a la historia (a su historia) revelando la vida en su forma más simple; vida ésta que no es sintética sino, en cierto sentido, real.

Desterrado el lenguaje, (al menos el verbal) la cinta opta por obviar una de las herramientas humanas más complejas en una decisión estética que en general resulta positiva. Pues aunque su narración no consiga establecer una dirección clara, y se puedan llegar a echar en falta ciertas pausas cuando por momentos la historia se vuelve más profunda y onírica, su acertado viraje mudo hacia la representación de una relación directa con la naturaleza consigue poner al ser humano frente a las fuerzas inmisericordes de ésta. Y no solo eso, sino que también busca superarlas a través de uno de nuestros rasgos más característicos: la curiosidad, aquella a la cual, por suerte o por desgracia, estamos condenados.

La tortuga roja se opone de forma activa a los lugares comunes del cine de náufragos. Cuando la mayoría tendemos a presuponer que debemos volver, la película se atreve a preguntarnos directamente: ¿a dónde? ¿Al paraíso? Nosotros lamentamos que sus puertas estén cerradas mientras la naturaleza nos susurra que ya estamos en él, que podemos quedarnos; que es terrenal, que es real.
Pablete Rural
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