"Aquí está Jack". Esa fue la escena que retrató para siempre al inconmensurable Jack Nicholson en la espeluznante El resplandor. Hacha en mano, destrozando una puerta. Muchas similitudes podemos encontrar en La senda con la obra de Kubrick, salvando las distancias, por supuesto. Pero uno no puede evitar recordar aquella película. Aislamiento, nieve y locura componen La Senda, elementos imprescindibles en el film de culto de Kubrick. Y aunque sé que las comparaciones son odiosas, es casi obligada en este caso por aunar elementos tan característicos en ambos largometrajes.

Sin embargo, Miguel Ángel Toledo realiza un trabajo notable. Por arriesgado y coherente. No se puede decir lo mismo del guión y las interpretaciones, que, aunque correctas, requerían más fuerza. Gustavo Salmerón realiza una interpretación correcta, pero lejos de ser creíble por forzada en muchos pasajes. Mucho mejor por otra parte Irene Visedo, mostrando una innata naturalidad delante de la cámara.
Merece la pena el visionado por la escasez del género en nuestro cine, sin embargo no pasa de interesante, cayendo en muchos tópicos por el camino que empobrecen el resultado final. Y es que no hay que ser ningún lince para imaginarse el final.
Sin embargo, un montaje original en el tramo final con alguna escena inesperada consiguen reflotar la experiencia. Como casi siempre, una cinta española diferente que pasará de puntillas por la mayoría de espectadores, mereciendo una oportunidad.

La senda propone un viaje a la locura ya visto antes con mejores resultados, sin embargo no puede negársele a Toledo su buen hacer por filmar una película a ratos inquietante, y con un tramo final que sabe mantener la tensión.

Recomendada para irse a la cama con un mal rollo considerable ese sábado noche.