Quinta y última entrega confirmada de una saga que ha conseguido que la estética produzca un miedo que no llega a igualar el contenido. Puede que ahondar en la expansión del extremismo haya terminado por ahogar una idea revolucionaria, que pisó con fuerza en su maligno propósito de limpieza purificadora y finaliza en un rimbombante tiroteo en el que solo interesa mostrar la ejecución de la idea, no quién esta detrás de ella.
Doce horas al año en que la caída del sol abre una veda que permite todo delito, incluido el asesinato. Una alfombra roja puesta a la depravación en que la anarquía ha terminado por destruir a la anarquía, vamos, que la escalada de terror se les ha ido de las manos o no la han orientado por el camino correcto. De la purga de clases a la racial: las sirenas siguen encogiendo el corazón para las personas de bien. La expiación impuesta que las siguen, un horror se la mire por donde se la mire, ha dejado paso a un sindiós en la conclusión que, por más que se estima consecuente, carece de emoción.

Los Nuevos Padres Fundadores, es decir, los ricos, es decir, quienes ostentan el poder, han manipulado a los pobres por última vez.