Mi primera impresión es sorpresa. Sorpresa ante la baja puntuación que tiene esta película en FA. La segunda impresión, producto racional de la primera, es una sensación que se impone a las demás a la hora de tratar de explicarlo y que puede resumirse en una palabra: Lovecraft; y en su relación con la apetencias de la moderna recepción del cine.

Y es que me parece que esta es una de las películas donde más claramente se percibe la influencia, si no el homenaje, a Lovecraft de entre las muchas que he visto en los últimos años. Evocación: pura sensación de ser observado, de ser nada frente a lo indefinible y lo incomprensible. Un trozo de hierba, o carne, que emerge de la tierra para volver a ella.

Creo que es precisamente ese su mayor escollo al topar con un público no iniciado y que no reconoce las referencias ni se regocija en esta sensación de nada y polvo a lo largo del metraje. La necesidad de resolución que habita en todos nosotros y a la que tan bien nos han acostumbrado las plataformas de streaming, unida inseparablemente al inconsciente rechazo de la tensión permanente.

Sí, la película no es perfecta ni cuenta con el mejor reparto. Algunas escenas se desvían demasiado al terreno del tópico en las películas sedicentes de terror. Algún entramado es previsible y hasta innecesario, pero el fondo está ahí y me resulta un producto tremendamente entretenido, con una duración suficiente y bien medida (¿por qué esa maldita manía de que todo dure dos horas o más? ¿qué necesidad?). Y por eso le doy un 6,5 (redondeado a 6 por no sé qué motivos); y me voy a la cama dejando que el subconsciente trabaje y lleve mi tiempo a las tierras lejanas cerca de Innsmouth, donde las esquinas doblan las calles según impías geometrías y las piedras negras de cultos olvidados infunden veneno y terror sobre los sueños de los justos que pueblan el umbral del abismo.