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Voto de Lafuente Estefanía:
6
Western Arizona, 1887. Un jugador llamado Doc, perseguido por un cazador de forajidos, usurpa la personalidad del legendario Larry, el hombre de la pistola de oro. (FILMAFFINITY)
15 de octubre de 2020
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Oro, plata ... parece que la cosa vaya de alquimia. Pero es más sencillo, se trata de un cirujano, Doc Manos de plata (Möher), así llamado por la precisión de sus intervenciones quirúrgicas, pero a quien la bebida arruina su profesión para pasar a dedicarse al póker como jugador de ventaja. Para ambos oficios hay que tener los dedos finos. Este Doc es algo parecido al Holliday amigo de Wyatt Earp, pero sin tisis.
Tras matar a un hombre en legítima defensa, huye perseguido por un cazarrecompensas, Scheleit (Dávila) y, para darle esquinazo no tiene otro remedio que suplantar a un muerto. Se trata nada menos que de Larry Kitchener, el Hombre de las pistolas de oro, al que había dado pasaporte un mejicano brusco y lenguaraz, Pablo Reyes (Sancho).
Larry y Scheleit llegan al pueblo de Baldosas donde, sorpresa, el primero es recibido con la banda de música y el alcalde en persona que le entrega la estrella de sheriff a la que se había comprometido previamente el Larry auténtico. Por cierto, dos cosas, una que cuando el pueblo entero espera con música al nuevo sheriff es porque algo cobardes son, como enseguida se comprueba. La otra el pedazo de estrella que gastan estos funcionarios públicos en las cintas españolas del Oeste. ¿No se han fijado?
Lo demás son tiros y más tiros de unos contra otros, con una sobreactuación de Sancho que se pasa la película gritando continuamente jerga mejicana, "No se me rajen, mis cuates", "Hijo de la Gran chingada", "¿No te gusta mi oro?, pues toma plomo" y otras frases del mismo jaez.
Resulta interesante la rehabilitación de Doc en su nuevo papel al margen del alcohol al que por un momento parece que va a recaer, un poco en la línea de Dean Martin en "Río Bravo". Definitivamente recuperará la autoestima y su antigua profesión cuando extraiga con éxito una bala en las inmediaciones del corazón del hijo de la bella viuda Norma O'Connor (Milland). Antes había conseguido Doc cicatrizar muy bien con toques de tintura de yodo, las contusiones y brechas abiertas en su cara tras recibir una gran paliza de los mejicanos.
El guión es más que aceptable, lo mismo que la música. Excesivo Sancho en la interpretación, ya lo hemos dicho, los otros dos pistoleros son ya más discretos. Interesante también el paisaje donde el desierto de los Monegros de las inmediaciones de Fraga (Huesca), simula con éxito el de Arizona.
No está mal la película.
Lafuente Estefanía
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