Mommy es un drama familiar que gira alrededor de la complicada relación de una madre soltera y su problemático hijo adolescente. No es nada nuevo en ese sentido, pero lo es en todos los demás. Dolan se acerca tanto a esa relación que a veces parece que la cuente desde dentro, trasladando la historia al plano lírico-emocional. Es posible que así se entiendan mejor tantas licencias narrativas que se toma el director canadiense.

Es verdad que a veces da la impresión de que la cinta se ha concebido como escenas independientes, pequeñas historias dentro de la principal y que simplemente han sido unidas para el resultado final. En la mayoría de esas escenas, la concepción y la atmósfera que se consigue es extraordinaria, en ocasiones magnífica, pero en conjunto tienen un difícil encaje. Quizás así se justifique el metraje, que bien podía haberse reducido.

En cualquier caso, se trata de un trabajo con la personalidad suficiente como para merecer que se obvie lo no tan bueno. Contiene demasiado histerismo, demasiado color, abusa de los montajes musicales y se salta los cánones más académicos a cada rato, pero los resultados son brillantes. Podría desmontarse la película en videoclips musicales (qué gran selección de temas) y aún así estarían llenos de fuerza. Me quedo con eso: Mommy es una película muy potente para el espectador, con dos protagonistas tan odiosos como magnéticos.