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Voto de Isaac Paskual:
6
Acción. Aventuras Rambo es excarcelado y enviado de vuelta al Vietnam con una nueva misión: averiguar el paradero de unos soldados norteamericanos desaparecidos. Tras saltar en paracaídas en la jungla, portando únicamente un cuchillo y un arco con flechas, se le dice que no ataque al enemigo y que sólo haga fotografías de reconocimiento. Pero el plan no saldrá como estaba previsto... (FILMAFFINITY)
23 de septiembre de 2019
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Tres años después de la excelentísima y ya de culto “Rambo: Acorralado” (Ted Kotcheff, 1982) llegó “Rambo: Acorralado, parte II”. Lógica secuela, visto el éxito de aquella, muy inferior a su predecesora en aspiraciones, pero totalmente consecuente con el discurso defendido en la de 1982. El film de George P. Cosmatos se rebela como un actioner en su más pura esencia, desnudado de cualquier tipo de aditivos, y con un único destinatario, el fiel del actioner.
La mayoría defenestra todo lo que vino tras “Rambo: Acorralado” por un único motivo, no estar a la altura de la original. Pero si no estar a la altura de una obra maestra es motivo justificado para echar pestes sobre algo, que me parta un rayo ahora mismo. “Rambo: Acorralado, parte II” no alcanza el nivel de la cinta de 1982, pero creo firmemente que tampoco lo busca. El único objetivo de esta segunda entrega era elevar al cuadrado el concepto lobo solitario de John Rambo y multiplicar la espectacularidad. Y George P. Cosmatos lo logró disfrazándose de Michael Bay.
El desenlace de “Rambo: Acorralado” nos dejaba a un John Rambo más fuera de lugar que nunca, dejando patente que el infierno de la guerra era más tolerable que el infierno de la sociedad. “Rambo: Acorralado, parte II”, consecuente con ello, devuelve al personaje a su hábitat natural. Por ello la consigna de esta secuela es una y solo una: ofrecer a nuestro carismático héroe en su salsa pero elevado al cuadrado. El film de George P. Cosmatos no busca el doble fondo de armario o el subtexto, busca descaradamente el guilty pleasure actioner. Y lo encuentra.
Dentro de esa exageración continua en la que vive “Rambo: Acorralado, parte II”, y siendo aún más violenta que su predecesora, no por algo el libro Guiness de los récords catalogó en aquel 1985 esta película como la más violenta de la historia, el film de George P. Cosmatos funciona de maravillas cuando aparca esa brutalidad y se centra en entregar un ejercicio de tensión. Y no es pocas veces. El John Rambo acechante es una de las virtudes más míticas del personaje, y esta secuela la potenció muy bien.
Tener a James Cameron a cargo del guion de la película es otra de las cosas que siempre se resaltan de “Rambo: Acorralado, parte II”. Aunque en verdad Cameron solo hizo un primer borrador que luego Sylvester Stallone modificó considerablemente. Al final lo que quedó de James Cameron fue la parte acción, sin lugar a dudas una por las que más destaca el film.
En definitiva, si “Rambo: Acorralado” convirtió al héroe en ser humano, “Rambo: Acorralado, parte II” lo transforma en mito.
Isaac Paskual
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