Tras la enormemente exitosa Parque Jurásico, Steven Spielberg nos ofrece la continuación. El final de la anterior daba claramente pie a una secuela, pero no se ha resulto de forma tan efectiva y brillante. El protagonista ahora es Malcom, uno de los secundarios del anterior film. Pero ya ha perdido ese carácter irónica y bromista, sino que es un padre y marido serio que no transmite absolutamente nada. Ni siquiera su hija, una niña de color que parece metida con calzador y que no aporta prácticamente nada. De los niños que tan bien interpretaron Jurassic Park sólo se puede ver en esta ocasión un simple cameo. A Grant se le reservaría para la nefasta tercera parte. Y en cuanto a los nuevos antagonistas, igualmente poco aprovechados y escasamente definidos.

El argumento nos expone una disyuntiva entre el bando que prefiere que los dinosaurios vivan en su entorno que es la isla y alejados de los humanos y el que pretende capturarlos y exhibirlos en un zoo. Sin embargo no está bien ejecutado el guión porque las escenas se suceden más como efecto de relleno que por aportar más reflexiones sobre la libertad de la especie animal en su conjunto. Unas pocas escenas de adrenalina como la del todoterreno y los T-Rex, otros que sufren ser devorados por bichos tanto grandes como pequeños y sobre todo más guiños de humor son de los pocos aspectos destacables en una película que se hace demasiado larga.

Únicamente recomendable a los fanáticos de los dinosaurios. Pero ni de lejos supera y mucho menos iguala a Parque Jurásico.