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Voto de RavenHeart:
8
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7,2
3.300
Animación. Acción. Aventuras
Durante el periodo de guerra entre estados o Sengoku, un ronin llamado Nanashi, que significa "sin nombre", salva a un niño llamado Kotarou y a su perro Tobimaru en un templo abandonado. Kotarou no tiene familia y es perseguido por una misteriosa organización militar de China, por lo que contrata a Nanashi como guardaespaldas. Nanashi, que ha abandonado su nombre junto a su pasado, ha "sellado" su espada debido a un suceso pasado por el ... [+]
27 de enero de 2011
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las aportaciones más notables de la épica japonesa al cine contemporáneo es probablemente la figura del ronin. Popularizado en occidente a través del manga y el anime, el samurai descastado representa un feroz individualismo frente a las estrictas normas sociales que regían las acciones del guerrero, una estampa que casi podríamos calificar de romántica. Algo de esa nostalgia hay en el primer largometraje del animador Masahiro Andô (Neon Genesis Evangelion, Jin Roh, Metropolis) y el Estudio Bones (RahXephon, Wolf's Rain, Fullmetal Alchemist), un film que llega a nuestro país con un retraso de tres años respecto de su estreno en salas japonesas.
El argumento de Sword of the stranger bebe de fuentes clásicas, situado en alguna de las muchas guerras feudales que asolaron Japón durante el perdiodo Sengoku. Nanashi (literalmente sin nombre, aunque bien podría llamarse Kenshin Himura) es un extranjero errante. En uno de sus viajes se topa con Kotaro y Tobimaru, un niño y su fiel perro a quienes persiguen otros forasteros, nada más y nada menos que una organización militar venida de China y capitaneada por un guerreo ario. Ahí están los recurrentes tópicos del héroe silencioso con un pasado a expiar y su enemigo en busca del rival más fuerte.
Esta dicotomía modernidad-tradición parece haberse trasladado también al apartado técnico, sin obviar que los estudios japoneses son únicos a la hora de mezclar animación tradicional con CGI. En este sentido, Bones ofrece en su primera película autónoma una realización notable aunque, a pesar de la infografía y los soberbios fondos artesanales en acuarela, la animación flojea un poco en algunos momentos. Quizás sea un síntoma de que los aficionados al anime nos hemos acostumbrado a que la distancia que separa las series televisivas de los largometrajes se diluya cada vez más. Tampoco pasa desapercibida la música de Naoki Satō, exótica y hermosa, aunque demasiado repetitiva.
Con su opera prima Masahiro Andô deja patente un profundo amor no solo por el dibujo animado, sino también por un género cinematográfico más referenciado que practicado en los tiempos que corren. Al igual que le ha sucedido a muchos westerns modernos, su jidageiki a medio camino entre la visceralidad y el homenaje no termina de encontrar su lugar, pero la espectacularidad técnica y los recursos artísticos de que se vale dan como resultado un notable anime. Y en una industria animada como la japonesa hay que tener cierto valor para reivindicar a Kurosawa por encima de Naruto.
Keichi
El argumento de Sword of the stranger bebe de fuentes clásicas, situado en alguna de las muchas guerras feudales que asolaron Japón durante el perdiodo Sengoku. Nanashi (literalmente sin nombre, aunque bien podría llamarse Kenshin Himura) es un extranjero errante. En uno de sus viajes se topa con Kotaro y Tobimaru, un niño y su fiel perro a quienes persiguen otros forasteros, nada más y nada menos que una organización militar venida de China y capitaneada por un guerreo ario. Ahí están los recurrentes tópicos del héroe silencioso con un pasado a expiar y su enemigo en busca del rival más fuerte.
Esta dicotomía modernidad-tradición parece haberse trasladado también al apartado técnico, sin obviar que los estudios japoneses son únicos a la hora de mezclar animación tradicional con CGI. En este sentido, Bones ofrece en su primera película autónoma una realización notable aunque, a pesar de la infografía y los soberbios fondos artesanales en acuarela, la animación flojea un poco en algunos momentos. Quizás sea un síntoma de que los aficionados al anime nos hemos acostumbrado a que la distancia que separa las series televisivas de los largometrajes se diluya cada vez más. Tampoco pasa desapercibida la música de Naoki Satō, exótica y hermosa, aunque demasiado repetitiva.
Con su opera prima Masahiro Andô deja patente un profundo amor no solo por el dibujo animado, sino también por un género cinematográfico más referenciado que practicado en los tiempos que corren. Al igual que le ha sucedido a muchos westerns modernos, su jidageiki a medio camino entre la visceralidad y el homenaje no termina de encontrar su lugar, pero la espectacularidad técnica y los recursos artísticos de que se vale dan como resultado un notable anime. Y en una industria animada como la japonesa hay que tener cierto valor para reivindicar a Kurosawa por encima de Naruto.
Keichi
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Sorprendentemente, a pesar de todos estos clichés, Sword of the stranger es una rara avis dentro de los samuráis animados. Y es que su narrativa no es solamente la del anime, sino también la del chambara más clásico, las películas japonesas de capa y espada, algo no tan habitual como pueda parecer a primera vista. Al contemplar su violencia hipervitaminada, su lluvia de sangre y extremidades, nos viene a la cabeza el Ninja Scroll de Kawajiri, pero otros momentos como el duelo en el puente evocan los mitos de Zatoichi, Sanjuro o Kozure Ōkami. No hay duda de que el director ha querido homenajear a aquellas viejas películas con su trabajo.
La elección de una paleta de colores sombría dibuja un Japón histórico en absoluto agradable. En efecto, más allá del combate, Sword of the stranger es también el retrato de un país sombrío y miserable, habitado por monjes, capitanes o siervos corruptos y sin honor, de una tristeza que salpica todo el relato. Pero el film tampoco es ajeno a esa tendencia del anime a introducir elementos esotéricos en tramas históricas, toda una excusa para cerrar la película con una coreografía de un virtuosismo y una complejidad técnica irreprochables, un versus de espadas absolutamente apoteósico.
La elección de una paleta de colores sombría dibuja un Japón histórico en absoluto agradable. En efecto, más allá del combate, Sword of the stranger es también el retrato de un país sombrío y miserable, habitado por monjes, capitanes o siervos corruptos y sin honor, de una tristeza que salpica todo el relato. Pero el film tampoco es ajeno a esa tendencia del anime a introducir elementos esotéricos en tramas históricas, toda una excusa para cerrar la película con una coreografía de un virtuosismo y una complejidad técnica irreprochables, un versus de espadas absolutamente apoteósico.