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Voto de McCunninghum:
10
26 de abril de 2010
15 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
2. Segunda Sequía. El desierto exterior: la sinécdoque.
El arte no es libre ni siquiera donde se las da de libre porque protesta; hoy se canaliza hasta la protesta. Por supuesto, será apologética la aseveración de que el arte no tendrá final. La actitud adecuada al arte sería cerrar los ojos y apretar los dientes.
T.W. Adorno
En este contexto del Desierto Real, como es bien sabido, el ejemplo de Obra de Arte Total típico es la reproducción (que no representación) televisiva del atentado terrorista al World Trade Center. Su contraplano no artístico es la ulterior Operación Tormenta del Desierto. Éste es el díptico básico para conocer el arte del nuevo siglo.
Sin embargo, nuestra travesía nos lleva aún por otros caminos, otros desiertos.
Gus Van Sant, posiblemente la figura más importante del último cine contemporáneo, realizó en 2002 el filme Gerry, todo un giro en su propia filmografía y un capítulo fecundo e influyente en el marco de la producción cinematográfica global: su rastro se puede seguir en los propios Estados Unidos y Canadá, como en Latinoamérica, en el cine europeo y en el asiático.
El minimalismo narrativo de Gerry es tal que apenas se puede hablar de historia: dos amigos salen de paseo y se pierden. En su deriva, acabarán descubriendo su propia soledad sin nombre, su necesidad de extinción. De una forma u otra, acabarán separándose. Si el comienzo del film es una insulsa conversación sobre el programa televisivo “La ruleta de la fortuna”, el fin es la no posibilidad de la palabra ni la conversación, por la no presencia del interlocutor. Su pérdida en el espacio del filme es su situación señera en el espacio del mundo: ningún lugar adonde ir, nada en lo que creer. El desierto en el que finalmente se pierden es un desierto albo de sal: no es la erosión de la tierra la que da forma a esta superficie sin vida, sino la solidificación del agua, la no fluidez del elemento vital primitivo. Las formas mínimas son asimilables a la apariencia de la música electrónica, basada en la repetición metronómica y en cierta acumulación progresiva. Desde luego, al no haber melodía, al no haber historia, el minimalismo se dirige a una experiencia bruta con el tiempo y el espacio. Las quejas que se le hacen a Van Sant son las mismas que un fanático de los Rolling Stones o Pink Floyd hace sobre Plastikman.
El arte no es libre ni siquiera donde se las da de libre porque protesta; hoy se canaliza hasta la protesta. Por supuesto, será apologética la aseveración de que el arte no tendrá final. La actitud adecuada al arte sería cerrar los ojos y apretar los dientes.
T.W. Adorno
En este contexto del Desierto Real, como es bien sabido, el ejemplo de Obra de Arte Total típico es la reproducción (que no representación) televisiva del atentado terrorista al World Trade Center. Su contraplano no artístico es la ulterior Operación Tormenta del Desierto. Éste es el díptico básico para conocer el arte del nuevo siglo.
Sin embargo, nuestra travesía nos lleva aún por otros caminos, otros desiertos.
Gus Van Sant, posiblemente la figura más importante del último cine contemporáneo, realizó en 2002 el filme Gerry, todo un giro en su propia filmografía y un capítulo fecundo e influyente en el marco de la producción cinematográfica global: su rastro se puede seguir en los propios Estados Unidos y Canadá, como en Latinoamérica, en el cine europeo y en el asiático.
El minimalismo narrativo de Gerry es tal que apenas se puede hablar de historia: dos amigos salen de paseo y se pierden. En su deriva, acabarán descubriendo su propia soledad sin nombre, su necesidad de extinción. De una forma u otra, acabarán separándose. Si el comienzo del film es una insulsa conversación sobre el programa televisivo “La ruleta de la fortuna”, el fin es la no posibilidad de la palabra ni la conversación, por la no presencia del interlocutor. Su pérdida en el espacio del filme es su situación señera en el espacio del mundo: ningún lugar adonde ir, nada en lo que creer. El desierto en el que finalmente se pierden es un desierto albo de sal: no es la erosión de la tierra la que da forma a esta superficie sin vida, sino la solidificación del agua, la no fluidez del elemento vital primitivo. Las formas mínimas son asimilables a la apariencia de la música electrónica, basada en la repetición metronómica y en cierta acumulación progresiva. Desde luego, al no haber melodía, al no haber historia, el minimalismo se dirige a una experiencia bruta con el tiempo y el espacio. Las quejas que se le hacen a Van Sant son las mismas que un fanático de los Rolling Stones o Pink Floyd hace sobre Plastikman.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Gerry dialoga íntimamente con el film de Garrel del que hablábamos más arriba, La cicatriz interior. Si en ésta, como veíamos, el personaje hacía un círculo alrededor de la cámara, en aquella será la cámara la que realice un travelling circular alrededor de un Matt Damon silencioso y con la mirada perdida. Sin primera ni cuarta pared, el ojo mecánico gira alrededor de un personaje que es ya pura transparencia, pura idea y pensamiento. En este círculo, Van Sant parece ilustrar la idea definitiva del cine como forma pensante: en su circular, la historia jamás avanza, no se dirige a ningún sitio, es nuestro pensamiento el que lo hace.
(continúa en The brown bunny)
(continúa en The brown bunny)