18 de enero de 2014
21 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es ya solo que el exceso en las desgracias y el culebrón que no sabe ya cuántos saltos mortales dar para aumentar la tensión y el desgajamiento. No es el exceso de metraje. No es una Meryl que participa de ese exceso, y con gusto, y a la que el director deja recrearse en unas cuantas escenas infumables más propias del cine mudo (frente a ella la Roberts da una lección de saber estar). Es el paquete lo que hace a la película agotadora a pesar de unos diálogos por momentos brillantes. Uno acaba cansado y hasta las narices de Meryl, una vez más sin un director que sea capaz de contenerla y ofrecerla como estrella central del lloro o el exceso.
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