En el mundo del cine hay actores que destacan cuando tienen un papel secundario dentro del reparto o cuando encabezan al mismo. Intérpretes que no forman parte del denominado "Star-system" y que nada tienen que envidiar -salvo quizá, el salario- a esas famosas estrellas que todo el público conoce. Outsiders que aportan profesionalidad y aumentan la calidad de un filme con su sola presencia. Brendan Gleeson es uno de ellos.

En Calvary -John Michael McDonagh-, el actor británico da vida al padre James, un hombre que tras perder a su mujer, se ordena en el sacerdocio y se convierte en el cura de una pequeña localidad costera de Irlanda. Un día, mientras esta confesando, recibe la amenaza de muerte de un individuo que en su niñez sufrió abusos sexuales por parte de un sacerdote.
De esta manera, el director abordará dos de los asuntos más importantes que preocupan hoy en día a la Iglesia Católica: por un lado, los abusos cometidos por parte de sus eclesiásticos y que por desgracia, suponen una mancha difícil de eliminar dentro del clero. Por otra parte, la pérdida de espiritualidad y valores de la sociedad actual, un lunar que nos afecta a todos y que es uno de los causantes de la crisis económico-social que estamos viviendo en nuestros días.

Calvary es el segundo trabajo de John Michael McDonald que repite en su colaboración con Brendan Gleeson. Al igual que en El irlandes, el director ha construido un vehículo perfecto para que el actor se luzca y demuestre todo su potencial. La obra, mucho más íntima, con el perdón como telón de fondo y menos festiva que su anterior título, no será recordada como uno de los mejores títulos del año 2015, pero merece mucho la pena su visionado por lo que nos cuenta, por cómo lo hace y por una interpretación principal sobresaliente.

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