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Voto de Frank Booth :
9
16 de abril de 2020
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
No tengo palabras para describir la película de “Pawel Pawlikowski”, obra maestra sin paliativos: bella, melódica, compleja, veraz, estética y un largo etcétera de adjetivos; por qué “Cold War” destaca principalmente por su ausencia de defectos, es perfecta a su manera, encumbrando al romanticismo clásico de Goethe en dónde las pasiones devienen enfermedades incurables.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Este es el mapa mediante el cual transita la historia: las pasiones. Una volcánica relación amorosa entre los dos protagonistas, magistralmente contada a partir de momentos cuidadosamente seleccionados a través del tiempo.
El amor imposible. Aunque nos muestren dos protagonistas con temperamentos e inquietudes muy distintas, ambos quieren acabar encontrándose y siempre se acaban encontrando. Hasta el punto de que él se juega la vida volviendo a su Polonia natal (dónde es torturado y encarcelado como un traidor) solo para recuperar a su amada.
La desmitificación publicitaria. Algo sorprendente es la percepción de los dos ejes mundiales (capitalista vs. comunista) que nos ofrecen los personajes de la película. La naturalidad con que se cimienta la crítica es formidable. Por ejemplo, cuando Zula conoce la poetisa amante de Wiktor en París y esta le dice: - ¿Estarás contenta de estar en Francia y haber podido escapar de tu horrible país? a lo que ella responde: -Me gustaba más vivir en Polonia. Cuando bien es verdad que en Polonia se persigue a los objetores ideológicos y se simula que los campesinos cantan canciones tradicionales a Stalin. Un juego de matices imposible de ver una cualquiera película de factoría americana.
Héroes y mártires. Otro gran baluarte es la función del contexto histórico. Normalmente este tipo de metrajes que narran hechos sucedidos de periodos entre guerras lo hacen para victimizar o idolatrar a sus protagonistas, aquí en cambio el contexto es pura circunstancia, y avanza independientemente de sus vidas creando una veracidad de porvenires insondables y una suerte de empatía difícilmente explicable.
¿Hace falta sufrir tanto por amor? ¿Es el amor, por su mera condición, trágico?
Esta es la pregunta del millón, la de Shakespeare, Dante o Bécquer, y aquí se plantea en una obra artística con honores a los mitos, dando la misma respuesta que darían ellos: sí.
Por qué cualquier sufrimiento es casual siempre que tengas el consuelo del amor. Esta reflexión pueril, para bien o para mal ordena la relación del imaginario colectivo con el mundo, hasta el punto de crear circunstancias tan sorprendentes y maravillosas como las que nos cuenta esta historia de verosimilitudes admirables.
Al final, Ella una cantante curtida y alcoholizada que ha tenido que tener un hijo con el director-administrativo del teatro para rescatar a su amado de la cárcel, se casa con Él para formalizar un compromiso que siempre ha existido, y permanecer así, juntos, ante el abismo de la nada.
El amor imposible. Aunque nos muestren dos protagonistas con temperamentos e inquietudes muy distintas, ambos quieren acabar encontrándose y siempre se acaban encontrando. Hasta el punto de que él se juega la vida volviendo a su Polonia natal (dónde es torturado y encarcelado como un traidor) solo para recuperar a su amada.
La desmitificación publicitaria. Algo sorprendente es la percepción de los dos ejes mundiales (capitalista vs. comunista) que nos ofrecen los personajes de la película. La naturalidad con que se cimienta la crítica es formidable. Por ejemplo, cuando Zula conoce la poetisa amante de Wiktor en París y esta le dice: - ¿Estarás contenta de estar en Francia y haber podido escapar de tu horrible país? a lo que ella responde: -Me gustaba más vivir en Polonia. Cuando bien es verdad que en Polonia se persigue a los objetores ideológicos y se simula que los campesinos cantan canciones tradicionales a Stalin. Un juego de matices imposible de ver una cualquiera película de factoría americana.
Héroes y mártires. Otro gran baluarte es la función del contexto histórico. Normalmente este tipo de metrajes que narran hechos sucedidos de periodos entre guerras lo hacen para victimizar o idolatrar a sus protagonistas, aquí en cambio el contexto es pura circunstancia, y avanza independientemente de sus vidas creando una veracidad de porvenires insondables y una suerte de empatía difícilmente explicable.
¿Hace falta sufrir tanto por amor? ¿Es el amor, por su mera condición, trágico?
Esta es la pregunta del millón, la de Shakespeare, Dante o Bécquer, y aquí se plantea en una obra artística con honores a los mitos, dando la misma respuesta que darían ellos: sí.
Por qué cualquier sufrimiento es casual siempre que tengas el consuelo del amor. Esta reflexión pueril, para bien o para mal ordena la relación del imaginario colectivo con el mundo, hasta el punto de crear circunstancias tan sorprendentes y maravillosas como las que nos cuenta esta historia de verosimilitudes admirables.
Al final, Ella una cantante curtida y alcoholizada que ha tenido que tener un hijo con el director-administrativo del teatro para rescatar a su amado de la cárcel, se casa con Él para formalizar un compromiso que siempre ha existido, y permanecer así, juntos, ante el abismo de la nada.