¿Se puede mejorar algo que ya era muy bueno? John McTiernan tiene la respuesta y es un SÍ rotundo. Sirva como ejemplo esta tercera entrega de las peripecias del bueno de John McClane, con las que el director salva el matchball que podría haber supuesto perder un partido que a mi juicio no salió del todo bien con la segunda entrega de Jungla de Cristal en su versión aeropuerto y que posiblemente no hubiera soportado una tercera parte que empeorara a aquella. Pero lejos de ese escenario, McTiernan recupera el terreno que cedió Renny Harlin y no solo eso sino que lo eleva, redobla la apuesta y obtiene un excelente resultado sin perder un ápice de la esencia de ese policía entregado al vicio de la botella y al magnetismo de la violencia bizarra servida con socarronería y jocoso recochineo.

Para mí, sin duda una de las mejores buddy movie que se han hecho. Capaz de captar lo más importante que deben tener este tipo de historias, que es la magnífica simbiosis entre los colegas. Y es que Bruce Willis y Samuel L. Jackson están hechos el uno para el otro. Hay una complicidad entre ellos casi a la altura de la que desprendían Jules Winnfield y Vincent Vega en "Pulp Fiction". Entre ellos se lo guisan, se lo comen y se meriendan un guion que pide más y más tiempo de la pareja ante cámara para que el uno potencie el otro y el otro al uno. Y es ahí donde esta tercera entrega mejora a la primera de todas, porque básicamente el resto de la historia es como trasladar el argumento de la posición vertical a la horizontal para que en lugar de ocurrir en un rascacielos tenga lugar a lo largo y ancho de la gran ciudad (pobre ciudad, ¿podrá soportar todas las trastadas que le haga McClane?). Todo aderezado y animado con un villano a la altura que marcan los cánones, con nivel supremo de hijoputez en un contexto de adivinanzas continuas que incitan a ciscarse en el que inventó aquello de "Simón dice". En ese sentido, MacTiernan bebe de las aguas de Harry el Sucio, el que anduvo con un petardo en el culo al dictado y capricho del tarao de turno. Funcionó con Clint Eastwood pero aquí funciona todavía mejor, porque el ambiente se va impregnando de un tufo con el que te tienes que partir el culo de risa viendo cómo los protagonistas se van desquiciando y desfrontalizando poco a poco mientras tú disfrutas con su padecimiento y su locura.

La peli sabe cuándo frenar un poco y cuándo pisar a fondo. Maneja y combina los tiempos de la acción y el humor casi a la perfección y se permite la licencia de inventarse situaciones que de tan extravagantes e imposibles, resultan divertidísimas. Insisto en que la pareja protagonista SE SALE y es por ellos que la peli resulta tan agradable de ver y engancha tanto. Un Jeremy Irons a muy buen nivel pero incluso empequeñecido por las sombras de estos dos gigantes agigantados ante cámara. Languidece un pelín en los metros finales de carrera y se deja caer un poco en brazos de lo que muchas veces hemos visto en el mundo del cine de acción. Pero escúchame una cosa: Aún así, yo quiero tener un par de colegas en mi vida que sean como McClane (el que siempre lleva dos boletos de la lotería en los bolsillos) y como Zeus (el de "no me toques los cojones que te meto un rayo por el culo").

Es en esencia una película hecha para pasárselo en grande, para dejarse llevar por el aura de los protagonistas y del villano que les hace la vida imposible durante unas horas y para reírse por todo lo alto mientras las cosas vuelan por los aires, mientras más de uno corre y corre como si no hubiera un mañana y mientras sueñas con tener algún día los huevos que tiene John McClane.

LO MEJOR:
- Alguien tuvo a bien meterle una marcha más todavía a la ya de por sí buena caja de cambios de Jungla de Cristal.
- El trío Willis, Jackson, Irons. Simplemente geniales.
- La peli se gusta mientras se le va la pinza en algunas escenas de acción.
- Sus momentos de deliciosa verborrea entre colegas...¡¡Te tienes que reír aunque no quieras!!

LO PEOR:
- No he vuelto a disfrutar tanto con otra buddy movie de acción como con esta.