En pocas películas se puede decir con más convencimiento "inmejorable". No sólo es que estemos ante una de las mejores películas de aventuras de todos los tiempos (yo pienso que es la mejor, pero para todo hay gustos) sino que es sin duda una de las adaptaciones más fieles, tanto en espíritu como en contenido de la obra de Rudyard Kipling. Kipling es el cantor de la gloria de la Inglaterra victoriana pero en este relato, así como en gran parte de los que tiene ambientados en la India, se centra en personajes cercanos, pertenecientes al pueblo, gente índigena o británicos que eran, al fin y al cabo, los verdaderos sostenes del imperio. En "El hombre que pudo reinar", y así lo recoge Houston, plasma de forma soberbia el carácter de esos aventureros de baja estofa, ladrones y tramposos, que fueron la carnaza del éjercito de su majestad, aquellos que la otorgaron su verdera grandeza en el mundo. El cariño y la simpatía de Kipling por semejantes tunantes pasa de forma integra a la película de Houston y la dota de uas imágenes soberbias y unas interpretaciones fabulosas gracias a la maestría de Caine y Connery que se salen en sus papeles. La temática fabulosa que entrelaza masonería, el mito de Alejandro Magno, espiritualidad oriental y tesoros sin cuento, le viene que ni pintada a Houston para dibujar de nuevo (como hizo con igual talento en "El tesoro de Sierra Madre") unos personajes que parten en pos de la aventura para encontrar lo mejor y lo peor de si mismos. El final de la historia es mucho más brillante en Houston que en Kipling pues el cineasta es capaz de captar toda la tragedia del asunto y rematarla de una forma visual magnífica. Nunca un relato de apenas veinticinco hojas dio para tanto. A veces da gusto ver como se complementan cine y literatura: a veces todo es magia.