Cuando supe del estreno de Super 8 la verdad que no daba un duro por la película. No por nada, sino porque los reclamos que usaban (Abrams y Spielberg) no me daban muy buena espina. El primero por ser un vendehumos de cojones y al segundo se la tengo jurada desde aquella fatídica noche en la que me retorcí de dolor en la butaca del cine viendo como uno de mis héroes de infancia era ridiculizado sin compasión. Al día siguiente tuve claro que en mi recuerdo y para siempre, Indiana Jones siempre sería una trilogía. Esto me recuerda, y lo siento por desviarme del tema pero también se la tengo jurada, que su amiguito George Lucas me hizo lo mismo, o incluso peor porque el cabrón lo hizo hasta tres veces, haciendo de Star Wars algo vergonzoso, patético y lamentable con su nueva trilogía a todas luces innecesaria. Lo siento pero lo tenía que decir.

Volviendo a Super 8, al leer en algunas críticas que evocaba al cine de los 80, tuve curiosidad y poco a poco me iban llegando buenas impresiones de amigos; “mola un puñao” me decían... por lo que decidí darle una oportunidad.

Después de haberla visto resulta que se han cumplido todos los pronósticos, los buenos y los malos.
Por un lado es evidente que la película en sus primeros 40 minutos es una maravilla y se disfruta muchísimo recordando al cine ochentero de aventuras del que ya no se hace. El “pero” es el último cuarto de película en el que deja de parecerse a “ET” o “Los Goonies”, para parecerse y mucho, a “Cloverfield”, “La guerra de los mundos” y títulos por el estilo. Eso tampoco es que sea del todo malo; a mi ese tipo de películas me gustan, pero creo que viendo lo bien que transcurre la película en los primeros minutos, Super 8 se merecía otro tipo de desarrollo en vez de convertirse al final en otra de tantas.

Además con originalidad cero. El bicho lo hemos visto antes, la forma de moverse recuerda demasiado a otras películas del estilo y la trama en ese momento se vuelve totalmente previsible con lo que consigue hacerte perder el interés totalmente. Una pena.

Al final lo que podría haber sido un peliculón y un verdadero homenaje al cine de los 80, se queda en un bluf por culpa de la enfermiza obsesión del tito Spielberg con los marcianitos.

PD: Steven, se que amenazas con cepillarte otro de mis ídolos de la infancia, pero esta vez no me la cuelas. Haré como si nunca existiese esa película, aunque he de reconocer que tengo curiosidad por saber como coño te las vas a apañar para colar extraterrestres en Tintín.