“El Verdugo” sobrevino en mi vida tirándome por tierra dos de los prejuicios cinematográficos que tenía más anclados. El primero: “las comedias envejecen mal” y, francamente, la película de Berlanga me hace reír de principio a fin sesenta años después de que se filmara. Y, en segundo lugar: “una comedia difícilmente será considerada como una obra mayor, incluso raramente obtendrá reconocimiento en forma de premios” y, siendo considerada “El Verdugo” por un amplio consenso, como una de las obras icónicas del cine nacional, éste es otro muro que se me derrumba.

Ya conocía a Pepe Isbert de varias películas, entre otras: “Bienvenido Mr. Marshall” (también de Berlanga en 1953) con su tono nasal, carisma y característica ternura (sí amigos, Isbert es capaz de volver tierno a un verdugo). También conocía el costumbrismo de la filmografía del maravilloso Berlanga. Nunca habrá suficientes piropos para el director que hizo reír a esa España gris y subdesarrollada. Un director que puso humor a la desesperación y que, con maestría, capeó la censura en esa dura crítica a la pena de muerte y a una dictadura dolorosa que acabó en la cama.

Por supuesto, también conocía al brillante Rafael Azcona, de cuyo lápiz han salido docenas de las mejores películas nacionales (“Belle Epoque”, “¡Ay Carmela!”, “La lengua de las mariposas”, “La niña de tus ojos”, la trilogía de la “Escopeta Nacional” también junto al director valenciano). Gracias por ser el escribano de la intrahistoria de Unamuno.

Así que juntando a estos tres superdotados y haciendo lo mejor que sabían hacer: actuar, dirigir y guionizar, sólo podía salir una comedia única y para nada al uso, entre otras cosas porque es capaz de profundizar en los personajes: desde el sufrimiento de José Luís (por cierto, excelente Nino Manfredi, que fue impuesto al tratarse de una coproducción italiana. Su papel iba a ser llevado a cabo por José Luís López Vázquez), a Carmen, una Emma Penella repudiada por los hombres por ser la hija del verdugo (la popular Concha de “Aquí no hay quien viva”), y ya he hablado de Amadeo, un Pepe Isbert que iniciaba su despedida con esta gran actuación (otra en su carrera).

Por tanto, aparte de: Isbert y del elenco protagonista, la dirección de Berlanga, y el guion de Azcona, destaco la fotografía de Tonino Delli Colli, con sus planos secuencia como cuando conducen a un José Luís que no se tiene en pie hacia el cadalso (por citar uno de ellos), o los momentos de caos en la pantalla cuando coinciden multitud de personajes….

Y volviendo a las interpretaciones, respecto a los secundarios, la película es un continuo desfile de actores maravillosos: Landa, Chus Lampreave, José Luís López Vázquez, Saza, María Isbert, José Luís Coll, Antonio Ferrandis (mítico Chanquete) … y un sin fin de caras conocidas y muy queridas.

En definitiva, para mi es una obra maestra del cine nacional e internacional. Luz necesaria en el túnel oscuro de la dictadura española.